Algunos afirman que los argentinos, en general, son fanáticos del futbol. Jorge Luis Borges, que era argentino, dijo que era el deporte más popular del planeta porque la estupidez también lo era, o algo así. El futbol, “feo estéticamente” según el autor de El Aleph despierta sin embargo modestas pasiones entre los intelectuales.

Por cierto el futbol atrajo a algunos escritores populares y otros no tanto. Sin embargo, nunca (o rara vez) produjeron textos memorable fuera de la adscripción a “cuentos de futbol”. Son conocidos los cuentos de Esperandolo a Tito  y Lo raro empezó después de esto, de Eduardo Sacheri, por no dejar afuera al productivo Eduardo Galeano que desde la otra costa aportó su Futbol a sol y sombra.

El cronista y novelista Martín Caparros publicó Bingo!, no tan exitoso como sus otros libros. Y el talentoso mexicano Juan Villoro, cronista, novelista y letrista de canciones de rock hizo quizás el aporte más jugoso al deporte que en estos días celebra su fiesta mundial: Balón dividido aporta una serie de retratos y crónicas, con la mirada incisiva y abarcadora de este autor. “Siempre sospeché que el fútbol era el espacio de mi salvajería feliz”, le dice precisamente Caparrós a Villoro en las primeras páginas de Ida y vuelta. Una correspondencia sobre fútbol. Osvaldo Soriano también cultivó con pasión de hincha el género futbolístico.

En Cuentos de fútbol argentino, con Roberto Fontanarrosa como antólogo reúne las grandes firmas de la literatura nacional. Desde el mismísimo Borges pasando por Bioy y algunas otras plumas venerables como Rodrigo Fresán, Luisa Valenzuela, Elvio Gandolfo y Héctor Libertella. Alli asoma “El último centrojás”, un divertido cuento de Juan Sasturain, y tambien “Falucho”, de Pacho O`Donnell, desnuda con crudeza el mundo anónimo de un hincha y sus absurdas ansias de heroísmo. En “Insai izquierdo”, de Humberto Costantini, narra magistralmente la inestable relación entre un gran jugador venido a menos y sus simpatizantes. Este libro incluye “Milagro en Parque Chas”, un cuento de Inés Fernández Moreno en el que se rinde homenaje a los relatores radiales en un ambiente extraviado y bucólico.

Alguno recordará un pasaje del Adán Buenosayres  en el que Leopoldo Marechal relata de manera impecable, como es su estilo, una batalla campal entre hinchas de Racing y San Lorenzo, en las calles de Villa Crespo.

Más lejos, en 1929 el diario El mundo le encarga a Roberto Arlt una crónica sobre un partido de fútbol de la selección nacional. Arlt no sabía nada de este deporte ni disfrutaba de su pasión, sin embargo escribió una crónica ejemplar (“Ayer vi ganar a los argentinos”) donde el partido queda desenfocado de su mirada y se las arregla para hacer una crónica deliciosa. Quizás Arlt lo había leído a Ricardo Piglia, que muchos años después, dijo que el futbol “es tan apasionante y maravilloso y mágico que la realidad, siempre, supera los intentos de ficción.”