Quienes somos lectores, aun cuando no somos fanas de ningún género en particular -o leemos “un poco de todo”-, tenemos el corazoncito más de un lado que de otro. Y, a veces, nos relacionamos con personas que tienen gustos muy diferentes a los nuestros y cuesta intercambiar libros o recomendaciones (porque hay personas que no prestan, ¿pueden creerlo?). Pero, en muchas ocasiones esa diferencia en realidad forma parte de un prejuicio. ¿Quién no leyó seis páginas de un libro y le alcanzó para dictaminar: “no me gusta como escribe” o “es una novela muy lenta”?

También ocurre que una insiste e insiste para que parientes y amistades se dignen a leer ese libro o ese autor/a que nos resultó genial y no lo logramos. Bueno, mi hipótesis es que si lo regalamos para alguna de estas numerosas ocasiones que nos dan las fiestas de fin de año, podemos tener una oportunidad para vencer el prejuicio.

Y además -esta sería mi segunda hipótesis- siempre es mejor comenzar sugiriendo los cuentos del autor o autora en cuestión, porque así no parece que le estuviéramos pidiendo al familiar/amigo que se sacrifique leyendo largo -una novela… o una saga, ¡válgame!-, para comprender nuestro amor, apego, fascinación o, al menos, aprecio por el libro.

Así que acá van algunas recomendaciones de libros de cuentos que pueden ser excelentes regalos  para estas fiestas, ya sea para empezar a animar a la lectura de autores jóvenes (y no tanto), para comprobar hipótesis, para ver si resultan contagiosos o para después pedir prestado:

La casa de los eucaliptus, de Luciano Lamberti (Literatura Random House)

Son cuentos que caminan arrastrando los pies por el sendero del terror y la fantasía. El autor despliega una serie de personajes que no por siniestros se alejan demasiado del rubor empático de quien lee.

La muerte, la violencia, las situaciones sobrenaturales, el miedo a lo extraño se condensan en este libro con el poder narrativo de Lamberti, que claramente encuentra en el cuento un formato que le responde con hidalguía.

Pyongyang, de Hernán Vanoli (Literatura Random House)

Una joven que ve osos de kermode durante su mudanza, una pareja que adopta una beba de manera poco legal, un grupo de cintas de correr que adquiere conciencia y decide hacer la revolución y un comunity manager que dirige un ejército de “militantes virtuales” de la tercera edad. Son las cuatro razones para abrir este libro, leerlo, regalarlo, contarlo, comentarlo y volverlo a abrir, después de un tiempo, para disfrutar no sólo de las maníacas historias sino del espesor narrativo de Vanoli.

Vamos fusilando mientras llega la orden, de Eduardo Belgrano Rawson (Editorial Planeta)

Este libro tiene dos partes, la primera –que da título al libro- tiene 12 cuentos y la segunda, Tres disparos cuenta justamente tres relatos. Son cuentos que van del humor al drama con una simplicidad y delicadeza que poco queda por decir al respecto. Hay que leerlo, no solo porque los cuentos son excelentes, sino porque muchas personas afirman que Belgrano Rawson es uno de los mejores narradores de nuestro tiempo.

Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez (Editorial Anagrama)

Y hablando de excelentes narradores, Mariana Enríquez es una de las voces jóvenes de mayor proyección internacional de nuestro país y forma parte de una generación de escritoras que ya está marcando una etapa en la literatura argentina.

Los cuentos de este libro también son de terror, pero un terror que al final no sólo inquieta, sino que además incomoda. Será que sus referencias, los escenarios y personajes con historias que no parecen tan lejanas, que no son nada imposibles, nos dejan con ese sabor paranoico de las pesadillas vívidas. ¿Y qué más le podemos pedir a la ficción?