Mariela Kogan es bióloga, narradora y, además, incursiona en la escritura para niños y niñas, con una serie de cuentos orientada a crear conciencia ambiental. Es una de las integrantes del panel que este jueves, a las 18.30, compartirá impresiones sobre la literatura infantil, en el ciclo “De amor, de locura y de muerte”, de Revista Leemos, junto a Aula Abierta, en el Auditorio de Osde.
Radicada en Mar del Plata desde hace casi dos décadas, Kogan publicó el año pasado El corazón de Marión, una historia de amor editada por Gerbera.
Mientras se van calentando los motores para el encuentro que esta autora compartirá con sus colegas Carolina Peleretegui y Carolina Tosi, Mariela Kogan charló con Leemos sobre el mágico mundo de la literatura infantil.
¿Al narrar, qué estrategias te dan más resultado para lograr la atención del público en épocas de tablets, celulares y tiempos breves de concentración?
-El placer de escuchar cuentos sigue vigente aún en estos tiempos de tecnologías y apuros. Por supuesto que en cada chico es diferente, varían la atención, los intereses… pero todos se dejan llevar por la magia del cuento, cuando, a mi entender, quien narra se permite también el más sincero disfrute. Yo preparo mis cuentos aplicando distintas herramientas de la narración oral, pero lo más importante es que al momento de contar cuentos, me divierto también. Disfruto mucho las caritas que me devuelven con cada historia.
¿Cómo es la experiencia de escribir y hablar con los chicos y chicas sobre temas de ecología?
-Un poco puede ser, pero sobre todo el contacto con los chicos me aporta, diría yo, el universo en el que quiero estar inmersa cuando escribo para público infantil. El no perder la “mirada niño”.
Las ideas para las historias surgen también de mis propios recuerdos de infancia, de las noticias, de la cotidianeidad misma.
¿Te influencian el mercado editorial, o la demanda a la hora de decidir sobre qué escribir?
-No. Convengamos que yo tengo aún muy pocas publicaciones, estoy iniciando este camino, pero no, no es algo que me influya.
¿Se forman niños lectores en hogares en los que los padres no leen? o cuánto de importancia tiene el ejemplo a la hora de formar lectores?
-Como en todo, el ejemplo de los adultos es una referencia para el niño, pero tampoco es tan lineal el asunto. Hay mucha teoría al respecto, yo puedo contar mi propia experiencia: mis padres no son lectores, y muchas veces me pregunté de dónde viene mi interés por los libros. Entonces, si me remito a mis recuerdos de lecturas de infancia encuentro dos referencias importantes. Una es que mi abuelo me regalaba los Cuentos del Chiribitil (libros geniales que publicaba por entonces el Centro Editor de América Latina y que ahora está reeditando Eudeba); me traía cada nuevo libro de la colección que salía y yo lo esperaba con muchas ganas. Por su parte mi papá compraba los fascículos de una enciclopedia (que todavía tengo) y me encantaba leerlos, ver los dibujos de los animales (creo que también ahí nació mi pasión por la biología). Es decir que a veces el entorno no es lector, no pudo serlo quizás por una cuestión cultural propia de su época, pero brinda herramientas para que el niño lo sea.
Un maestro, bibliotecario o profesor puede también despertar la pasión lectora en un niño.
Te podría contar tantas historias al respecto. El cómo cada uno se hace lector es un tema apasionante.
¿Es escribir para los chicos, un poco también escribir para los grandes que van a elegir qué leerán los chicos o son los chicos los que terminan eligiendo qué leer?
-Hay varios filtros por los que pasa el libro antes de llegar al niño, sobre todo en las lecturas escolares. Filtran los editores, los docentes, los padres. Pero en el camino lector los chicos siempre van encontrando las grietas para llegar a lo que ellos quieren leer. Por eso, (un poco relacionando todas las preguntas), para mí, en la escritura para niños, como en la narración oral, los libros de divulgación y en todo lo que uno le brinda a los chicos, la búsqueda es siempre ser lo más sincero y genuino posible.