Mateo Niro pasó por Mar del Plata para presentar el libro que escribió junto a Facundo Manes, titulado El cerebro argentino, en el marco del ciclo Verano Planeta que se lleva a cabo desde hace 20 temporadas.
Este lingüista y estudioso de la glotopolítica -disciplina que aborda las cuestiones políticas de la lengua- ya había publicado con Manes Usar el cerebro, obra que alcanzó un inusitado éxito y de la cual puede decirse que abrió las puertas para toda una instancia de divulgación de las neurociencias.
En El cerebro argentino estos autores afirman que el cerebro es un órgano social, que depende de una parte biológica, pero que en interacción con el ambiente, la cultura, el medio en el que nos movemos, se desarrollan particularidades que pueden ser modificadas si se evidencian y se trabaja sobre ellas.
En nuestra charla, Niro me dice que “en esa relación entre biología y cultura aparece esa cuestión que nosotros llamamos comúnmente idiosincrasia. Si vamos a un país europeo o asiático y nos encontramos con un argentino en el aeropuerto o en la calle, lo reconocemos claramente. ¿Qué es eso? Tiene rasgos parecidos a los nuestros: las cuestiones idiomáticas, maneras de saludar, de proceder. Y eso no tiene que ver con aspectos diferenciales en lo biológico, sino en la manera de cómo esa biología está siendo modulada por el contexto”.
Me parece que este libro es eminentemente político, al punto de que, al final, ustedes ponen una proclama que puede ser leída como un marco programático, como un proyecto de construcción desde lo social.
-La parte final de la proclama responde a la idea de plantearnos unos ejes fundamentales en donde el conocimiento resulta transformador. Ahora, esa proclama deriva de distintos elementos que fueron planteados a lo largo del libro y queda fundamentada por todas las páginas anteriores. Ahí vemos cuestiones ligadas al bienestar, la memoria, la crisis, al cerebro social. Es cierto, nosotros planteamos en esa proclama una especie de propuesta social ligada a nuestro país y tiene que ver con aquello que decía la retórica aristotélica del arte de la persuasión como intentar que quienes te escuchan, reflexionen sobre lo que vos estás diciendo; en tal caso, puedan pensar acorde a lo que vos pensás y, en esos casos que se den, actúen en consecuencia. Lo previo es reflexionar sobre esto que llamamos el cerebro argentino.
Pareciera que el planteo fundamental es la cuestión de la planificación a largo plazo. ¿Estás de acuerdo? Inclusive hay una constante apelación a la necesidad de establecer políticas públicas… como proyecto.
-Sí, pero ese largo plazo no es en desmedro del corto plazo. No planteamos que haya que pensar en el largo plazo y desentendernos de lo que pasa hoy, de las cuestiones urgentes. Decimos que hay que atender lo urgente sin olvidar la meta. Claro que es fundamental la necesidad inmediata, la coyuntura. Pero es necesario saber hacia dónde y para eso requerimos acuerdos. Además, decimos que no es malo estar en desacuerdo, la discusión, contraponer ideas. Lo malo es no tener algunos acuerdos.
Me llama la atención ese constructo que es “lo argentino” y cómo lo plantean en el libro, como una generalidad. Lo digo porque sabemos que el ambiente en el que vive y se desarrolla alguien en Salta, por poner un ejemplo, no es igual al ambiente en el que crece y se desarrolla una persona en la ciudad de Buenos Aires. ¿Qué es, entonces, lo argentino en ese cerebro argentino?
-Estamos de acuerdo. Nosotros lo que planteamos es el cerebro colectivo, el cerebro social. Las fronteras que tienen son tremendamente vagas. Entonces, según donde hagas el recorte vos vas a estar planteando ciertos rasgos comunes. Por supuesto que hay rasgos más comunes entre los marplatenses entre sí que entre un marplatense y un cordobés, por poner cuestiones geográficas. Pero lo que planteamos tiene que ver con ese carácter colectivo: cómo los demás influyen en lo que nosotros somos y al revés. Lo que llamamos “argentino” es un recorte necesario como cualquiera. Porque un cordobés puede estar pensando en qué barrio de Córdoba. No importa donde haces el recorte, lo importantes es darnos cuenta de que nuestra manera de pensar está ligada a lo que piensan los demás, a la historia común, las memorias colectivas y también a las proyecciones. Y tomamos como caso al argentino porque es el próximo, pero sabé que coincidimos ciertamente en que no tiene que ver ni con fronteras políticas ni esas cuestiones. Lo hacemos como abstracción para hablar de algo en común de este colectivo.
Unas horas antes de la presentación del libro en este hotel de Mar del Plata, Mateo Niro vuelve a subrayar la importancia que junto con Manes encuentran en comprender el conocimiento como una herramienta para la transformación social: “Lo que planteamos en el libro es que reflexionemos. Si creemos que nuestro modo de ser está requetebien, avancemos, potenciémoslas. Si creemos que esas cosas no están tan bien, tratemos de cambiarlo. Y también tiene que ver con eso lo que hablábamos recién ligado a lo social y lo político. Son importantes las cosas pero también lo que creemos de las cosas, porque si nosotros estamos convencidos de que el conocimiento puede transformar, muy probablemente esa idea traccione a las cosas, a los diputados, a los presidentes, pero también a las maestras, las amas de casas y los empresarios”.