Desde el mes de agosto del 2021 en la Unidad Penal N°15 de Batán se implementó una medida que busca relacionar a las personas privadas de la libertad con los libros y la lectura, como herramienta para promover una mejor convivencia en contextos de encierro. Se trata de la iniciativa denominada “Pabellones Literarios para la libertad”, que surgió como alternativa de tratamiento penal para propender a la reinserción social de aquellas personas que se encuentran en conflicto con la ley y que se aplica desde hace pocos años y de diferentes maneras en otras cárceles del Sistema Penal de la Provincia de Buenos Aires.
En concreto, son pabellones en los que las personas viven, que cuentan con diferentes reglas y requisitos de comportamiento que deben cumplir para quedarse, entre las cuales se encuentran participar y sostener actividades de lectura de lo más variadas, así como no generar situaciones de violencia, entre otras. La clave para todo ello es el acceso a los libros y el acompañamiento.
En diálogo con Revista Leemos, la coordinadora del área de Educación y Cultura de la Unidad 15, Mabel Suárez, contó sobre algunas de las alternativas que se desarrollan para fortalecer la experiencia que en todo el complejo de Batán -en el que además funcionan la Unidad Nº 50 de mujeres y la Alcaidía N° 44- comienzan a ponerse en marcha con grandes expectativas.
“Acá la experiencia fue un cambio radical para el pabellón, porque era un pabellón de población general en el régimen de máxima seguridad que no tenía pautas de convivencia y con un nivel de violencia bastante alto. Y al ponerle nuevas normas para que las personas puedan seguir conviviendo ahí, eso los guía: es un apoyo para los que tienen que ir a la escuela o a trabajar, y además hacer actividades. Los orienta para que tengan una conducta ejemplar”, explica.
De acuerdo al sistema que tiene esta unidad, en el caso del pabellón literario la persona encargada es un interno que acompaña para coordinar las tareas y cumple el papel de bibliotecario, trabajando tanto para las cuestiones de higiene del pabellón como del estado de los libros, los préstamos, entre otros.
Según destaca Mabel, se trata de una experiencia que funciona como contención y acompañamiento para tanto para quienes cursan estudios primarios, secundarios y universitarios -se puede cursar la carrera de Derecho a raíz de una extensión de la Facultad de Derecho de la UNMdP-, como para aquellas personas que no asisten a la escuela dentro de la cárcel pero que están en proceso de alfabetización: “hay mucha gente que aprende a leer, gente que ingresa y todavía no tiene primaria, entonces la formación de la biblioteca es bastante importante. Porque la experiencia de agarrar un libro la van a tener ahí, entonces para nosotros qué bien recibido todo lo que sean libros”, cuenta la coordinadora.
A raíz de la pandemia y las restricciones de circulación y distanciamiento que ésta impuso, las actividades grupales tuvieron una aplicación variable y muchas comenzaron de manera virtual. Talleres de lectura o escritura creativa, experiencias previas sobre cómo desarrollar y ordenar una biblioteca, grupos de debate fueron tomando forma en los últimos meses y se espera que a partir del mes de marzo, cuando también vuelva la presencialidad en el sistema educativo interno, comiencen a ser encuentros entre pares en torno a los libros y la lectura.
Así lo destaca la coordinadora del área: “También vamos a empezar de nuevo de manera presencial con el Mate literario que coordina Matías Schiumma. Tiran un tema como disparador y de ahí se arma un debate. El tema surge a partir de un texto literario que él trae, y esto los pone a reflexionar, sobre su vida, sobre la actualidad, charlan sobre política, lo que salga. Se debate todo. Lo hacíamos antes de la pandemia y era simplemente eso: gente alrededor de una mesa tomando mate y hablando de lo que acababan de leer, usando un poco el mate como el micrófono”.
En cuanto a los libros destinados al pabellón literario, se reciben de muchas maneras. Algunos llegaron desde la Jefatura en la ciudad de la Plata, pero también se recibieron donaciones de diferentes personas y entidades de la ciudad, de manera que la colección con que cuentan las personas privadas de libertad en este espacio es muy variada.
La del pabellón literario no es la única biblioteca que funciona en la Unidad Penal N°15 que tiene alrededor de 1200 personas. Los internos que no viven en este pabellón también tienen acceso a los libros a través de una biblioteca instalada en “una especie de Centro Cultural que está en otra parte de la Unidad” y, además se implementó hace algunos años un carrito ambulante que reparte libros en otros pabellones, especialmente asistiendo y proveyendo material de lectura a las personas que no salen de los espacios en los que están alojados.
“Acá el bibliotecario no es el que tiene el título de bibliotecario, es el que se da maña -cuenta Mabel-. El que le gusta y que cuida los libros. Por lo general son estudiantes o gente que ha tenido experiencias en bibliotecas afuera, que no son bibliotecarios pero cumplen muy bien su función: tienen las cosas ordenadas, las cuidan y más que nada son responsables de que no les falten los libros, después acordarse de pedírselo, quién lo tenía, hace cuánto y calculando a ver si ya pudo haber terminado de usarlo para ir a pedírselo. Tenemos ese tipo de bibliotecario, menos administrativo y más tratamental”.
Leer, escribir y conectar con “el afuera”
Para trabajar en la reinserción social de las personas en conflicto con la ley penal, desde el sistema penitenciario se implementan diferentes estrategias que buscan atender a los intereses y necesidades más variados. Por ejemplo, en esta unidad específicamente hay pabellones de deportes, uno específico de rugby, pabellones religiosos, otro para personas con conductas adictivas, etc. Todos estos tipos mantienen sus propias reglas de funcionamiento, con normas de conducta que deben cumplirse para permanecer en ellos y aprovechar las alternativas que ofrecen. El pabellón literario es una opción más de las muchas otras que se ofrecen.
Aunque el número de personas que conviven allí es fluctuante -como lo es en toda la Unidad-, en promedio hay alrededor de 70 personas que forman parte de las actividades, estudiantes o trabajadores, personas en proceso de alfabetización o lectores que encontraron en este espacio un refugio para mantener el contacto con los libros.
“Acá hablamos de una persona que está ocupada en otra cosa que es la lectura o la comprensión, o todo lo que te puede abrir la imaginación, o todo lo que te puede llevar a abrir un libro -comenta la coordinadora-. Todo lleva a que para estar en ese lugar tiene que tener ciertas normas y una de esas normas es no generar problemas. Si generan violencia, las mismas personas que conviven los van a sacar. Ahí te baja el nivel de violencia. No es que automáticamente todo es paz y amor, hay problemas, como en todos lados donde tenés convivencia obligada de personas, pero es mucho menos”, subraya.
En el marco de las diferentes áreas de tratamiento para la reinserción, en todo el sistema penitenciario provincial se realizan concursos de diferentes expresiones artísticas, entre los cuales aparecen los premios de poesía, cuento, relato ilustrado, rap y muchos otros que ponen en el centro a la palabra.
De estos concursos participan todas las unidades y el trabajo de la coordinación en este sentido es “reclutar” a quienes quieran participar, que se enteren que se llevan a cabo, acompañarlos para cumplir los requisitos para participar y brindarles el espacio adecuado para que puedan desarrollar su experiencia artística. “Ahora es todo virtual, se hacen en vivo por Zoom, interactúan con los otros que participan de las otras unidades. A veces veo que se sorprenden de lo que pueden crear, porque pueden identificarse también con eso, de sacar algo bueno. Tener la certeza de que también son eso que pudieron decir, que es arte, que es música o literatura, o dibujo. Yo todos los años me sorprendo como coordinadora”.
El acceso a los libros y a un espacio de interacción en torno a la lectura y la escritura funcionan como una forma más de reconectar con la libertad, la vida fuera de la cárcel y las familias. La posibilidad de leer y escribir no es tan generalizada ni habitual dentro de las unidades penitenciarias como se puede suponer. “Acá tenés tutores educativos que les enseñan a leer. Es muy tierno, porque ves cómo leen, cómo quieren hacerlo, quieren escribirle a la familia, saber su apellido para firmar un papel, después quieren participar de los concursos, ves cómo avanza. Hay gente de campo que no quiere ir a la escuela, y para ellos están estos referentes educativos: otros internos que les dan una mano, estudiantes que ya pasaron por la primaria, están en la secundaria, por lo general, los acompañan a los que están cursando todos los días. Se ayudan entre sí”.
“Yo hace 12 años que trabajo en esto, y en todo este tiempo no son todas ganadas, vos ves situaciones en las que hacés, hacés, hacés y ves que vuelven y te desilusiona. La reinserción se intenta de todos los lados posibles, porque la educación es una de las bases. Y los libros son una oportunidad”, finaliza Mabel Suárez.
@trianakossmann