Hace unos años, un cómico de televisión resaltaba que “el español es muy rico en expresiones idiomáticas”. Es decir, tenemos palabras para mencionar todo, o casi. A veces, escribiendo, uno no encuentra la palabra exacta y se desespera porque sabe que hay, o debería haber, una palabra que diga lo que queremos decir.

Es conocida la palabra sirviñaco o servinakuy, de origen quechua, que define una institución de origen andino que constituye un tipo de matrimonio a prueba. Los españoles le llamaron concubinato, pero es algo más que eso. Por prejuicios culturales esa palabra en español carece de sinónimo.

Este fenómeno se observa en diferentes culturas, y uno como escritor, a veces envidia que haya una palabra que defina, por ejemplo, “el viento frío que nos hace saber de la llegada del invierno”, y que los japoneses llaman Kogarashi.

Los japoneses, generosos en ideogramas, formulan ideas más que palabras. Por ejemplo, itadakimasu está relacionada con el principio budista de respetar a todos los seres vivos. En los hogares japoneses con el saludo “itadakimasu” se agradece a las plantas y animales que se van a consumir. Es como decir, “te recibo humildemente” pero implica un concepto más complejo.

Dice Vladmir Nabokov (1899-1977), el autor de Lolita, que “ninguna palabra del inglés o del español traduce todas las facetas de toska. En su sentido más profundo y doloroso, “es una sensación de gran angustia espiritual, a menudo sin una causa específica. En el aspecto menos mórbido es un dolor sordo del alma, un anhelo sin nada, una añoranza enferma, una vaga inquietud, agonía mental. También nostalgia, pena de amor. O hastío, aburrimiento”. ¿Cómo definir eso en castellano con una palabra, o dos, digamos? ¿Será esto el spleen de Charles Baudelaire que luego sumó el lenguaje de Buenos Aires?

En yagan, lengua de habitantes originarios de Tierra del Fuego, la palabra Mamihlapinatapei define la mirada cargada de significado que comparten dos personas que desean iniciar algo, pero reacias a dar el primer paso. ¿Quién no ha sentido eso, y no tenía palabras para expresarlo?

Los checos tienen una palabra que define un estado de agonía y tormento creado por la visión repentina de la propia miseria. Dice Milan Kundera (1929), autor de La insoportable levedad del ser, que “una palabra equivalente en inglés me parece difícil imaginar”. Se dice: Litost.

En el sudoeste del Congo usan una palabra que no se ha logrado traducir. Ilinga, en lengua Tshiluba, se la resume como “la altura moral de una persona”. Implica que esa persona está lista para perdonar y olvidar una primera ofensa, tolerar una segunda, pero en ningún caso perdonar ni tolerar una tercera ofensa”.

La portuguesa saudade puede definirse como soledad, nostalgia, añoranza, pero es una hermosa palabra que conlleva a otra cosa. Dicho esto, ¿quien se anima a describir un “chamuyo” a un finlandés o a un coreano?