¿Qué cosas no te preguntaron hoy?

-¡Uy! Creo que barrí todo el libro, pero seguramente hay cosas que no hablé… ¡De música! No me preguntaron nada de la música que hay en el libro…. hay muchas canciones de músicos uruguayos, y veo que la gente lee el libro y se mete en Youtube a buscarlas. Yo trato de sugerir, las pinto un poquito y sé que si alguien tiene curiosidad va a ir y lo va a buscar. Y hay gente que se hizo fan de Fernando Cabrera por el libro, gente que se puso a escuchar Te abracé en la noche y que, de golpe, encontró algo… Es como que los libros, hoy en día, son medio interactivos.

Así empieza esta conversación con Pedro Mairal, autor de La uruguaya, un libro que en términos de mercado podríamos incluir en la categoría de best seller y que desde el punto de vista lector consideraríamos  “la novela del momento”. Un éxito por donde se lo mire.

Este escritor, oriundo de la ciudad de Buenos Aires, llegó a Mar del Plata para presentar su libro en el ciclo Verano Planeta, en el marco de las charlas que este año también se realizan en el Museo MAR y donde la editorial organizó encuentros sobre diversos  géneros literarios.

Mairal me recibe en el lobby del hotel con vistas a una tarde diáfana, y antes de que el fotógrafo de otro medio marplatense termine de hacer sus tomas, ya estamos charlando, intercalando miradas a cámara y silencios con comentarios sobre libros actuales y futuros. El tema de inicio podría haber sido el cansancio o el aburrimiento por la cantidad de entrevistas que ya dio en un día, pero elegimos empezar hablando de música.

A modo de broma le sugiero que debería encarar al cantautor uruguayo ya que, si la gente se “hace fan” de Cabrera porque la novela funcionó como un puntapié para conocer su obra, entonces tendrían que compartir derechos. Nos sentamos mientras me cuenta que está escribiendo el guion de la película que será La Uruguaya junto con su amigo Hernán Casciari, que ya está Jorge Drexler escribiendo alguna canción y que el propio Drexler le comentó que quiere convocar a Cabrera: “a mí me encanta la idea, pero mirá el círculo raro que hizo la novela para llegar. Ojalá sea. En el cine todo es un poco volátil, o por lo menos yo lo siento así porque soy control freak. Por eso escribo: ahí tengo la ilusión de que controlo todo… pero en el cine hay muchas fuerzas extrañas”.

Me parece que ya no hay autores exitosos que solamente escriban libros. Es llamativo como se diversifican los modos de contar una misma historia: todo lleva a serie, películas, formatos multimedia. Hace tiempo ya que la literatura dejó de ser una experiencia que precise exclusivamente de lo escrito.

-Sí, estoy de acuerdo. ¿Y viste lo literarias que son muchas de estas series? Son como novelas. Como por ejemplo en el caso de Mad Men, era claramente un estilo de novelista norteamericano de los 50. La sensación que te daba al verla era la de esa textura de narrador. Entonces, sí, lo audiovisual hoy en día se come mucho la literatura, pero no está mal. La literatura se banca eso, puede ser muchas cosas. Por supuesto que a veces la literatura se va para el lado de lo que no se puede filmar.

De hecho, en La uruguaya hay toda una dimensión de elucubraciones del personaje, lo que piensa Lucas Pereyra, que es por donde pasa el summum literario, me parece…

-Sí, yo creo que sin eso la historia no tiene peso. Es el mar de fondo de la culpa de él, lo que está pensando sobre lo que está haciendo con su familia, eso es lo que le da una gravitación. Entonces, la literatura es lo que no se puede mostrar, lo no dicho. Tiene algo como de venganza posterior que nunca sucede y se ramifica en distintas direcciones. Y ahora, por ejemplo, estoy experimentando con hacer canciones. Mi perfil de poesía me ayuda mucho con las letras, entonces tiene algo de literatura, pero está mezclado con la música. O sea, es la palabra lo que admite una periferia enorme.

¿Podés estar sin leer?

-No. Tengo el telefonito. Aunque ahora toco el ukelele, así que dejo un poco el telefonito para tocar.

-¡Eso era lo autobiográfico de La Uruguaya!

-Si, eso sí. Hasta lo llevo en los viajes: es una especie de ansiolítico ideal. Pero lo cierto es que somos como Rain Man, que no puede estar si no tiene la pantallita. Eso es bastante raro. Hay un miedo enorme al silencio. Pero la literatura lo necesita. Para escribir esta novela tenía que desconectarme de internet, porque si no estaba todo el tiempo metido en esa especie de gratificación instantánea.

¿En qué género la ubicás? ¿La pensás para un segmento?

-Y… ¿qué podría ser? ¿Una novela de la crisis de los 40?… No sé, porque nunca pienso en esos términos. Para mí no es la crisis de los 40, es la crisis de Lucas Pereyra. No creo que sea privativa de un momento de la vida, porque no me quería quedar pegado a una franja. Creo que el libro salta por afuera del cerco literario… y  lo lee gente que lee El Gráfico, por ejemplo. A mí me gusta mucho que pase eso.

Este libro es un éxito de ventas. Mientras lo escribías, ¿te imaginabas que con este la pegabas?

-No. Yo pensé que con El Año del desierto la iba a re pegar (risas), y es un libro que gusta mucho, pero no fue así.

Es más de culto…

-Sí, exactamente. Así que me equivoco mucho. Con (Una noche con) Sabrina Love lo metí en un cajón cuando lo terminé. Me dije “no sé qué voy a hacer con esto”, un amigo me dio las bases del concurso Clarín y lo mandé sin expectativas. Y ganó, y vino la película y todo… así que no tengo buena perspectiva de qué va a pasar con mis libros. Y si supiera hacer libros que se vendan así, como La uruguaya, ¡lo haría todos los años! Pero no, creo que eso no lo podés fabricar.

Ahora que mencionamos El Año del desierto, pieso que María, la protagonista de esa novela, comparte algunas características con Lucas de La uruguaya. Son dos chetos, como lo definís vos. Pero también Lucas tiene un perfil, digamos, de pretensión de bohemio. ¿Te parece que es así?

-Si, puede ser. Hay como una conexión… en el caso de Lucas el perfil bohemio es como un lujo que se da, pero lo que pongo ahí es que las consecuencias las pagás. Digamos que se le hace tarde. Si tenés hijos, esa bohemia te la cobran: estás desplumado y tenés que ocuparte de conseguir educación, la prepaga, el auto… ahí te lo empezás a plantear. Por otro lado, él siente que se metió en una especie de estructura que le queda grande.

Hablemos del autor que sos. En la contratapa del libro dice algo así como “uno de los grandes de la literatura argentina…” ¿cómo te llevas a con esos comentarios?

-Yo creo que te pegan tan injustamente a veces, que si te elogian injustamente lo dejo pasar. Pero a mí eso no me sirve para pensar, no me sirve para escribir… y si me pongo a pensar en eso me hace un ruido que no ayuda. Me ayuda más que me digas lo que te pareció, por ejemplo, el final de la novela: eso me afila más. El elogio es un mimo, pero no te templa. Igual, la gente, de alguna manera, te inventa como autor. Como decíamos, algunos leen La uruguaya y piensan que es autobiográfico, ven tu foto, arman una historia. Sos una cosa inventada por el lector, con lo bueno y lo malo que eso tiene. Yo juego un poco con eso en este libro. El costado un poco chusma me parece válido… de que el lector se pregunte si eso que cuento en la novela me habrá pasado o no.

Se generan otras inquietudes, relacionadas con tu intimidad: eso es algo que también puede movilizar.

-Está el lado medio voyeur, de espiar, y me parece completamente legítimo, porque la literatura, la lectura, tienen mucho de eso: de meterte en la intimidad. Y esta novela es muy íntima. Esa es una de las cosas que funcionó con el libro. Pero no de mi intimidad, sino el tono, y eso es lo que me gustaría que logre la película. Y es muy difícil.

@trianakossmann