Sebastián Chilano acaba de publicar su sexta novela, Ningún otro cielo, editada por el sello independiente marplatense Letra Sudaca. En ella recorre una historia donde los vivos y los muertos están ligados con puntadas que atraviesan la carne y las almas.
El autor será parte este sábado de un nuevo encuentro del ciclo de charlas De amor, de Locura y de Muerte que organiza Revista Leemos, en colaboración con la revista Aula Abierta y que cuenta con el apoyo de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y de la cual participarán también sus colegas Sergio Olguín y Graciela Ramos. Será a las 18 en el Espacio Cultural El Balcón, de 3 de Febrero 2538 y contará con la coordinación de la periodista Claudia Roldós.
Esta propuesta será una nueva oportunidad para acercar su obra a los lectores, y especialmente este último título que se inscribe dentro del género negro, aun cuando Chilano prefiere no dar tanta trascendencia a la subdivisión de la literatura en segmentos impuestos.
Este escritor y médico marplatense explica que Ningún otro cielo es “una novela de paso, de transición a una trilogía relacionada con la muerte y el sexo que se inició con Tan lejos que es mentira y que terminará alguna vez. La historia lleva años presente, larvada. Cuando alguien me contó la anécdota de un hombre que le había vendido dientes a un odontólogo, dientes que encontraba en la playa, supe que debía escribirla”.
La relación entre la muerte y lo místico aparece en tus últimas novelas, como un intento de explicación, o al menos de dar sentido. En Ningún otro cielo esto es más evidente. ¿Te parece que la literatura es un medio para decantar ciertas inquietudes al respecto? ¿Qué es lo que te moviliza de estos temas?
-Sí, aparece en las últimas novelas, pero también en las primeras. Me atrevería a decir que en casi todas, salvo Las reglas de Burroughs, pero lo pienso un poco y debo decir que también está ahí, aunque lejana, aunque fuera de la historia. Una muerte rompe la pareja y desencadena la historia, el viaje en tren. Así que diría que está en todas.
Y no creo que sea un intento de explicación, más bien lo contrario, y si me sale como un intento de explicación, debería disculparme por la arrogancia. No trato de explicar nada, solo de contar una historia en una sociedad que reduce el duelo hasta casi desaparecerlo. Hoy pareciera estar mal llorar a los muertos o detenerse en ese punto de inflexión, de soledad irremediable, como si cuanto más rápido nos olvidáramos de los muertos más rápido se fueran, como si creyéramos en ese cuento para asustar niños creyentes que recordar a los muertos es retenerlos y no dejarlos alcanzar el paraíso.
Ningún otro cielo es, de algún modo, un regreso a la novela negra que habías inspeccionado por última vez con Méndez. Pero diría que en ambas el leitmotiv no es el delito, los asesinatos en sí mismos, sino los propios personajes y sus modos de contarse a sí mismos. ¿Qué cosas te importan del género, qué te atrae y te gusta explorar y qué no?
-No escribo pensando en el género. En la literatura me parece que los géneros no debería ser tan importantes, sirven para clasificar novelas en los estantes de la librería. Y no tanto. Si la novela tiene que ser catalogada de novela negra que lo sea, no tengo presente esos formalismos a la hora de contar la historia, eso me permite jugar con elementos fuera del género y no tener que atarme a reglas estrictas, en este caso, del policial. Lo que me atrae es contar una historia y explorar los personajes fuera de las convenciones y lo políticamente correcto; no descubro nada si digo que los seres humanos somos extraños y contradictorios, dueños de una doble moral y una facilidad para juzgar a otros sin que nos tiemble la voz.
Además de la muerte, que es un gran tema que atraviesa toda tu obra, ¿cuáles dirías que son tus temas? ¿Por cuáles te proponés circular en tus libros?
-La muerte, la amistad, el amor, la soledad, la familia, el sexo, el erotismo, el machismo, la medicina, la música, la literatura, la religión, las torpes nociones de filosofía. Me parece que mi obra se atraviesa por todas estas cosas, y más. Y creo que el gran tema es la religión, todo desde el prisma distorsionado de la religión. Miremos la muerte, distorsionada por la interpretación monoteísta. Miremos la amistad, esa circunstancia tan sobrevalorada, miremos el amor religiosamente emparentado con la reproducción como único fin antes de la salvación, miremos el sexo, el pecado, escribimos sobre todo eso y además sobre la muerte, ¿y qué atraviesa todo eso? el monoteísmo.
Antes de publicar una novela, ¿qué preguntas te hacés?
-Preguntas hay miles. ¿Realmente estoy contando siempre la misma historia? Supongo que sí, pero es una variante ¿Es necesario publicar esto? No, no lo es. El mundo no va a cambiar. ¿Está mejor escrita que la primera novela, o que la anterior? Espero que sí. ¿Cuántos la van a leer? ¿Alguien la va a reseñar? Mis amigos ¿se animarán a decirme que es mala si es mala? ¿Podré aceptarlo? Cuando alguien me diga que la novela le gustó ¿le puedo creer? ¿De qué partes de la historia me voy a arrepentir más tarde? ¿Qué partes de la novela van a reflejar cosas de mí mismo que desconozco? La tapa ¿es una buena tapa? ¿Vale la pena contestar preguntas sobre la novela o mejor es dejar que la obra hable por sí misma? ¿Qué construcción de escritor tiene que acompañar la novela? ¿Ya es tarde para cambiar la imagen? ¿Hay que tener claro el perfil de personaje de escritor antes de la publicación? ¿Tenía razón Bioy cuando decía que no hay que publicar las primeras cinco novelas que uno escriba?
Probablemente en el encuentro de este sábado habrá algunos ensayos de respuesta para estas y otras preguntas, que pueden ser más existenciales que literarias, pero en realidad… ¿qué diferencia hay?