De la miniserie de La Fragilidad de los Cuerpos hasta su nueva novela, 1982, donde aborda una historia de amor en tiempos de guerra, el autor repasa en esta entrevista las aristas que mueven su obra entre el amor y la muerte.
Sergio Olguín publicó este año 1982 (Alfaguara), una novela en la que relata la historia de amor entre un joven y la esposa de su padre militar y que empieza el día que se produce el desembarco argentino en Malvinas.
El escritor estará este sábado 23 en el ciclo de charlas De amor, de Locura y de Muerte que organiza Revista Leemos junto a Revista Aula Abierta y con el apoyo de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Compartirá mesa con sus colegas Graciela Ramos y Sebastián Chilano, en una charla coordinada por la periodista Claudia Roldós que tendrá lugar desde las 18 en el Espacio Cultural El Balcón, de 3 de Febrero 2538, con entrada gratuita hasta agotar la capacidad de la sala.
El nombre de Olguín, en el mapa que dibujan los estantes de las librerías, cobra más fuerza en la zona de la novela negra -su personaje Verónica Rosenthal ya merecería tener cuentas propias en las redes sociales por su popularidad-, pero esta vez el autor se alejó unos pocos metros de las tramas policiales actuales, para meterse de lleno en un drama amoroso marcado por la guerra, por la sensación de guerra y el estado de guerra. Y lo hace en dos niveles: el geopolítico y el familiar.
En 1982 abordas un tema que está tatuado a fuego en la memoria colectiva de las y los argentinos, pero que también está siendo bastante relativizado en esta época, especialmente lo relativo a la soberanía ¿Por qué elegiste el contexto de la guerra de Malvinas para contar una historia de amor excepcional y trágica como la de Pedro y Fátima?
-No era mi intención escribir una novela sobre la guerra de Malvinas, pero sí me interesaba contar cómo se veía la guerra desde Buenos Aires. Ese año es un año muy particular en la historia argentina y no solo por la guerra de Malvinas sino porque la derrota abrió un periodo que culminó con el retorno de la democracia. Esos primeros respiros de libertad, todavía bajo la dictadura, también están presentes. Sin embargo, la dictadura no se retiró hasta el último día (y viendo algunas consecuencias posteriores se puede pensar que en algunos sectores siguió enquistada incluso después del 10 de diciembre de 1983). Quería trabajar con todos esos elementos: la guerra, la sensación de libertad, la violencia física de la dictadura agazapada y dispuesta a atacar en cualquier momento.
En algún lugar relacionaste dos momentos históricos de la Argentina, la dictadura y la caída del 2001, con la situación actual política y social del país. Cierto es que esos dos períodos dieron mucha tela para cortar en el ámbito de lo literario ¿Cuáles podrían ser los elementos fuerza desde lo narrativo sobre el momento actual?
-Yo no creo que la dictadura o la crisis del 2001 sean más ricas narrativamente que el gobierno de Alfonsín, por ejemplo. Es cuestión de los escritores, de buscar en esos contextos el material para construir una historia.
Ni la dictadura, ni la crisis del 2001, ni la situación actual son iguales. Pensarlo así sería muy simplista. Lo que dije fue que hay elementos autoritarios en este gobierno, una falta de interés de condenar justamente la dictadura y sus consecuencias y la aplicación de un plan económico que se le parece mucho al de esos años, con bicicleta financiera incluida. Pero todos los tiempos son interesantes para contar una historia.
-Sos muy activo en Twitter y solés cosechar muchas respuestas en tus comentarios, que en general son más sobre política y fútbol que cualquier otra cosa. ¿Te parece que se puede percibir el pulso social en las redes sociales? ¿Cómo te relacionas con eso?
-La única red social que tengo es Twitter y me resistí mucho a entrar. A mi Twitter me sirve para expresar lo que pienso, para divertirme “peleando” por cuestiones futboleras (que nadie debería tomarse en serio) y también para hacer circular información (política, social, cultural). Twitter es un territorio extraño donde hay gente con la que te llevás bien y otra que te agrede, te insulta, a veces desde la impunidad del anonimato. Ese es su lado negativo, pero aprendí a no tomar en serio esos ataques. Cada tanto surge un debate más serio y eso está muy bueno. Creo que sí, que Twitter es un buen medidor del pulso social.
-Lo que más te pide la gente, especialmente en Twitter, es que vuelva Vero Rosenthal. Dijiste varias veces que tenés en carpeta historias que dan para diez libros en total con ella como protagonista. ¿Por qué pensás que las y los lectores se engancharon con la historia? ¿Cuáles crees que son las fortalezas del personaje? ¿Y qué cosas te gustaría desarrollar de ella en el futuro?
-Sí, me gustaría escribir diez novelas con Verónica Rosenthal de protagonista. No es que tenga diez ideas (diría que tengo la cuarta y partes de la quinta y la sexta) pero me parece un lindo desafío continuar con sus historias. Verónica tiene la ventaja de ser un personaje al que le puede pasar de todo y puede meterse en historias muy distintas. Además cuenta con un entorno fuerte (Federico, Paula, Patricia, las hermanas, el padre, el portero) que facilita la creación de subtramas. A mí me gustaría sobre todo verla cambiar a Verónica. De hecho, ya no es igual a la Vero de La fragilidad de los cuerpos (la primera novela de la serie). Quiero que cambie y madure como hacemos las personas a lo largo de la vida. Tal vez tenga hijos, tal vez le pase otras cosas que la marquen. Todo es posible.
-¿Qué te pareció la adaptación de “La fragilidad…” a la pantalla? ¿Puede ser que esa nueva mirada, ese uso de otro lenguaje para contar la misma historia, también sea enriquecedor para vos como escritor?
Yo no participé en el guion de la serie, pero igualmente estoy muy conforme con el trabajo hecho por el guionista, Marcos Osorio Vidal, y el director, Miguel Cohan. Supieron tomar los elementos más importantes de la novela y después agregaron su propia creatividad. El trabajo de televisión es un trabajo en equipo, a diferencia del escritor que no comparte las decisiones con nadie (a veces, con el editor, pero no siempre). A mí me sorprendió mucho ver cómo de mi propia historia podían desprenderse otras tramas y eso es enriquecedor. Es como si los personajes tuvieran vida propia y se movieran sin mi escritura. Todavía no sé cómo la serie va a influir en mis historias, pero en realidad todas mis novelas siempre estuvieron muy presentes las series y las películas.