Oh la la!…como dicen los franceses.

¡Qué buen libro! ¡Qué buena película! Ambos -tanto la versión cinematográfica como literaria de “Juste la fin du monde”, de Jean-Luc Lagarce- valen la pena.

Al comprar el libro dudé ya que es una obra de teatro. Nunca antes había leído un libro donde se transcribe el diálogo puro, sin artilugios ni imágenes, ni ambientación alguna.  La mirada y el tono de voz de la librera no me dieron lugar a dudas. Y así fue como salí de la librería con mi primera obra de teatro bajo el brazo.

Confieso que el título y el resumen de la contratapa no motivaban demasiado para leer (supuestamente) la historia de un joven que va a informar a su familia que va a morir. Pero aclaro enseguida, ni el libro ni la película tratan de enfermedades ni de velorios, todo lo contrario.

El libro, por su parte, permite que nuestras neuronas, viajen en el tiempo y en el espacio. Que imaginemos libremente cómo son los personajes físicamente porque Jean Luc Lagarde logra con una facilidad envidiosa que conozcamos la personalidad de cada uno de los cinco personajes, integrantes de una misma familia.

Para conocer la decoración de la casa, cómo van vestidos los personajes de acuerdo a sus personalidades o el clima que hace, hay que felicitar al canadiense Xavier Dolan, director de la película. La elección minuciosa de los actores (Marion Cotillard, Gaspard Ulliel, Léa Sydoux, Vincent Cassel y la extraordinaria Nathalie Baye) dan la impresión que el texto ha sido escrito exclusivamente para ellos.

Lo mejor de la cinematografía francesa está reunido en esta película que trata de la visita de un joven, después de 12 años de ausencia, a su familia compuesta por la madre, el hermano mayor y su esposa, y su querida hermanita.

El que no haya pasado un domingo en familia donde se suponía que todo iba a salir bien pero que al final termina siendo un arreglo de cuentas y relato de recuerdos que todo el mundo conoce de memoria, que levante la mano y tire la piedra.

Entre risas y llantos, miradas y gritos, los cinco actores encarnan los personajes del libro de manera magistral. Y es curioso, emocionante ver en la pantalla lo que uno interpretó entre líneas. La obra de teatro toma forma y color en un lugar y tiempo indeterminado. Es un placer escuchar las líneas teatrales interpretadas con tanta exactitud y sutileza.

La película “Solo el fin del mundo” (Juste la fin du monde en francés)  ganó el Gran Prix (el Gran Premio) del festival de Cannes de 2016. Y bien merecido, lo digo porque no siempre estoy de acuerdo con los premios otorgados en este festival.

El escritor, que lamentablemente ya no forma parte de este mundo para disfrutar de los elogios, no tuvo éxito con su obra estando en vida. Publicada en 1990 hubo que esperar más de 25 años para que viera la luz del éxito. No es el fin del mundo, solo el fin de Louis, el protagonista.

*Andrea Montiel es profesora de Castellano. Actualmente está radicada en Francia y edita la web Coach de Langues.