Una reunión de antiguos compañeros de secundaria en una alejada quinta de fin de semana es la situación y el ámbito que Lucas Porzebny eligió para narrar una historia de terror, su primera novela: El aula perdida, editada por Vestales.

Con un ritmo inquietante y un abanico de personajes muy disímiles y bien definidos, este joven autor cuenta el encuentro que tiene lugar seis meses después de la muerte de Hugo, una especie de líder de quienes habían sido sus antiguos compañeros de la escuela J. Chambary y un poco el promotor de esas reuniones anuales.

Pero esta vez hay un par de condimentos que desequilibran todo: dos asistentes inesperados que se suman súbitamente al encuentro, y las incomodidades que se generan en torno a la dolorosa ausencia de Hugo, son elementos que comienzan a delinear el esquema  de tensión y rareza de lo que supo ser un evento de gran goce para los antiguos miembros del grupo.

La adolescencia no ha quedado del todo atrás, por cierto. Las quejas, los juegos de seducción, las bromas pesadas de la secundaria describen a ese grupo variopinto. Y como si toda esa carga no fuera suficiente para constituir una experiencia terrorífica, las y los protagonistas se quedan aislados y, cada día, uno a uno empiezan a aparecer extrañamente muertos.

Al ritmo del cine de culto y con unas rondas de cuentos aterradores –al estilo del mítico intercambio entre Mary Shelley, Lord Byron y compañía-,  el autor pasea por la desconfianza y la capacidad de creer en la inocencia de todos los miembros del grupo, alternativamente.

Lucas Porzebny nació en Buenos Aires en 1988, estudió cine y actuación, y esta es su primera novela.

Sin dudas, puede ser un regalo atrapante (para pedirle al librero/a que no lo envuelva, así se puede ojear antes de entregar) ideal para amantes de la narrativa del miedo.

@trianakossmann