En una de mis escasas tareas como “negro”, -apelativo muy argentino para una más fina denominación en inglés ghostwriter (escritor fantasma)-, una vez me tocó lidiar con un texto “hablado”. Una persona había grabado todo lo que quería decir, luego lo había bajado al papel y había surgido un “texto” que llamó “libro” (No me lo dijo, lo descubrí y él me lo confirmó). Como fue rebotado por la editorial, recurrió a mi persona para someterlo a una “corrección”. Yo le advertí que el texto estaba más para “terapia intensiva”. No entendió. Con un esfuerzo denodado transformé dos páginas de un monólogo desordenado e impreciso, en una carilla más o menos clara de qué quería decir (era un texto técnico).

El “autor oral”, luego de leer mi versión, me dijo que estaba muy bien, pero no respetaba su “estilo”. Como me fatiga discutir conceptos con personas que no tiene idea de lo que hablan, renuncié en ese momento al trabajo. Le dije que tenía razón, que no respetaba “su estilo” y me retiré. El libro nunca se publicó. Pero el autor seguramente quedó convencido de que tenía un estilo que el mundo editorial no reconocía.

Cuando leo a un autor, muchas veces, puedo reconocer el estilo, pero me cuesta mucho definirlo. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche dice que “el estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.” “La riqueza de la vida -insiste- se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la mesura de las frases, la puntuación, las respiraciones. También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.”

Como se ve, en esta declaración de “estilo” incluye recomendaciones gramaticales muy sanas y lo hace de manera poética, como es su estilo: “Cuidado con el punto. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando”. Y agrega algo más: “El tacto del buen prosista consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa”. Cualquier escritor sabe qué difícil es detectar ese límite.

Por eso me cuesta tanto definir el estilo, creo que el estilo es uno, lo que uno es y se plasma en el papel, bien o mal. La palabra “estilo”, que viene de stilus (punzón) -el instrumento de los escribas para grabar los textos en las maderas- luego pasó a significar una forma particular de escribir. Calor, un trabajo de “negro” no justifica discutir estas cosas con un “autor oral”.

 

*Nerio Tello  es periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.