Una noche en el paraíso es el segundo volumen de cuentos de Lucía Berlin que se conoce en español. La escritora estadounidense que no había tenido demasiada trascendencia en vida, apareció en el panorama literario con Manual para mujeres de la limpieza en 2015, publicado en español al año siguiente. Los cuentos del nuevo volumen permiten seguir disfrutando de una voz que, tan amigable y cálida como afilada y certera, pone al lector en contacto con un universo que se puede resumir con un adjetivo: sincero.
Se pueden rastrear las geografías por la que transcurrió la vida de la autora: Estados Unidos, México, Chile, París. Se pueden rastrear las capas sociales que atravesó: fue millonaria y empleada de limpieza, enfermera y artista de vanguardia, alcohólica en recuperación y madre de cuatro hijos.
“Berlin narra las vidas de gentes comunes, de esas que uno habitualmente considera que ‘no les pasa nada’ para que el lector descubra dónde está lo verdaderamente importa”

Pero eso –lo más citado en los comentarios, pareciera- es absolutamente accesorio. Lo que importa es la historia y la seguridad que uno tiene de que eso es así, tal como lo cuenta. Berlin narra las vidas de gentes comunes, de esas que uno habitualmente considera que “no les pasa nada” para que el lector descubra dónde está lo verdaderamente importa: el amor, el sufrimiento, las desilusiones, los esfuerzos, las alegrías. Y el seguir viviendo hasta que se presente el final. Porque, como cierra el cuento “Perdida en el Louvre”, “como la muerte, esa sección no tenía nada de extraordinario. Era de lo más inesperada”.
Los relatos de Una noche en el paraíso están en su mayoría narrados por una mujer, en primera persona. Desde la perspectiva de las mujeres es desde donde se desarrollan los veintidós cuentos, con una voz narrativa que suena limpia, clara, que no juzga sino muestra y que no cae en tonos graves o bajos aunque lo que esté contando tenga que ver con heridas profundas, con el hondo bajofondo donde el barro se subleva, sin hacer de ello un tango.
El universo de Berlin va y vuelve, con personajes y ambientes que se repiten en varios relatos. Hay jovencitas de clase acomodada en Chile y pequeñas de suburbios obreros de El Paso rondando lo prohibido, hay ancianas bañándose por primera vez en el mar, hay mujeres enamorados que se postergan por sus maridos artistas o adictos, hay mujeres enamoradas y engañadas, hay mujeres enamoradas.
Y en el cuento que da nombre al volumen hay una construcción magnífica en torno a la filmación de La noche de la iguana de John Huston en Puerto Vallarta: Ava Gardner y el resto del equipo en el hotel, junto a dealers, gigolós y empleados mexicanos se muestran desde la mirada del barman.
El tono del volumen está dado en “La barca de la ilusión”, el cuento en el que el lector desemboca –si es de los que lee en orden de aparición- luego de “Una noche…”: “Maya se preguntaba cuánto aguantarían viviendo en el paraíso” y se resuelve en las últimas páginas de ese relato, cuando Maya grita “quiero volver al mundo real”, mientras una amiga le asegura que “este es el mundo real”.
Una amiga insiste en que la autora estuvo en el set de filmación de La noche de la iguana. Mark Berlin, el hijo que prologa el libro, dice que “mi madre escribía historias verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco”. Y la sensación es esa: la autora sabe de qué habla. Habla de la vida de las mujeres que van por los bordes, rompiendo estereotipos y cánones culturales, sin estridencia, desde sus pequeños lugares de todos los días, desde sus pequeños mundos reales.