Llevo varios días pensando en un mismo cuento. Un cuento que vuelve a mí cada vez que escucho que cierra una librería o se deja de lado una biblioteca. Un cuento que por sí solo perdura en la palabra, pero que también oficia de puerta de entrada a un maravilloso libro de relatos.

Cerrado por melancolía de Isidoro Blaisten (1982) convive conmigo desde mucho antes de que lo leyera. Y aún hoy, esa edición ya ajada, comprada usada, que puebla ese estante de preferidos de mi biblioteca, me recuerda que tenemos derecho un poco a ella. Por supuesto no debemos dejar que nos gane, pero sus visitas nos ayudan a sostener el esqueleto de nuestras almas.

Cuentan que Cerrado por melancolía fue el escrito del cartel que el propio Blaisten puso al cerrar su librería. Esa etapa de su vida que tan bien relata en la narración. En forma coloquial, cada instante de ese último día está narrado maravillosamente allí.  Como si uno lo leyera directamente de aquellos cuadernos Gloria del autor.

Ese personaje desdichado, como la mayoría en su obra, compensado con esa belleza poética, hace que revivamos  junto al narrador ese último instante, esperemos a ese último visitante de la librería y sintamos esa última ausencia en el lugar que comienza a poblarse ya de recuerdos. Recuerdos del primer día, pero también recuerdos de ayer nomás.

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Melancolía es un término derivado del griego que significa algo así como “bilis negra”. En la antigüedad designaba un estado de ánimo sombrío, de tristeza profunda, con algo de depresión, que se consideraba como una especie de locura. Aristóteles apareció entonces con su propuesta de relacionar este estado de ánimo con el talento para las artes y para las ciencias. Todo ese estado de ánimo que invadía al sujeto por el exceso de bilis negra era acompañado siempre por una gran creatividad. Y así llegamos a un estado de ánimo donde se nos da por buscar cuando no hay nada que buscar, ningún lugar donde hacerlo y ninguna forma de expresarlo, pero que en esa búsqueda hay un “estilo de vida poética que cierta filosofía y teología buscan sofocar en pos de una vida más sana y tranquila” (Placeres de la melancolía, editorial Gorla, 2014). Pero no es la idea aquí hablar sobre la melancolía, sino sobre el maravilloso cuento de Blaisten que la tiene como protagonista.

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Si, en ese cuento la protagonista es Ella y sólo Ella. Ella nos lleva a ese tiempo que se nos escapó a todos. A ese tiempo donde estaban todos. El escenario y los coprotagonistas del cuento son anecdóticos, podemos reponer el que queramos. Ella sigue hablándonos a nosotros, los lectores, recordándonos las decisiones que tomamos y aquellas injusticias que cometimos. Aquello que dejamos pasar y hoy no podemos recuperar. “No hay nada peor que las baldosas relucientes del pasillo desierto cuando no hay nadie: y no hay nadie”, dice en el texto. Nosotros le pondremos nombres a esas baldosas relucientes que nadie pisó. Lluvia de recuerdos. Los que dejan esos pasillos o cierran sus librerías me sabrán perdonar. Pero como dice el propio Blaisten “A lo mejor escribir no sea más que una de las formas de organizar la locura”. Locura que comprende lo fácil que la nada puede sustituir nuestros días de ayer.

*Bernabé Tolosa es periodista y profesor de Lengua y Literatura de la ciudad de Mar del Plata.

@bernabetolosa