El último verso de la primera estrofa del Infierno de Dante Alighieri, en su comentada Divina Comedia, dice: “Allí donde el sol calla”. Si bien nunca leí la obra del Dante, lo he intentado por cierto, esta cita me quedó grabada porque en los Siete Noches (1982) (luego incluida en Nueve ensayos dantescos), esas conferencias magistrales, Jorge Luis Borges se detiene en esa frase, y resalta que es una metáfora donde el verbo auditivo expresa una imagen visual (el sol que habla: en este caso, calla). Es lo que se llama técnicamente una “sinestesia” que consiste en unir dos imágenes o sensaciones de diferentes dominios sensoriales: “Olor de larga distancia” dice Neruda en Residencia en la tierra donde abunda de este recurso. Sin embargo, al recordar esa frase anotada, y resaltada en la charla de Borges, me fui a buscar el texto original.
Dice Dante: “A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado… abandoné la senda verdadera… y como aquel que alegre se hace rico y llega luego un tiempo en que se arruina y en todo pensamiento sufre y llora: tal bestia me hacía sin dar tregua, pues, viniendo hacia mí muy lentamente, me empujaba hacia allí donde el sol calla” (Infierno, Canto I). La sinestesia no es un mero recurso literario sino que señala la palabra unida a la ausencia de luz. Es, como se sabe, un momento de quiebre, “a mitad del camino de la vida” y todo es extravío. Dante baja al infierno y lo hace a la tarde, a esa hora propensa a la melancolía.
Borges, muchos años antes, había usado otra figura con el mismo espíritu: “Penumbra de la paloma / llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde…” comienza un poema ciertamente melancólico de Fervor de Buenos Aires (1923). Décadas más tarde, en una entrevista Borges cuenta que estando en Israel, estudiosos del hebreo le aclaran que a la iniciación de la tarde (la tarde-noche) la llaman “el crepúsculo del cuervo” Y en cambio reservan la expresión: “el crepúsculo de la paloma” para el amanecer. El escritor resalta su error pero el poema ya estaba publicado. Sin duda que la figura del cuervo es más adecuada para señalar esa hora “cuando la sombra no entorpece los pasos / y la venida de la noche se advierte / como una música esperada y antigua, /como un grato declive” (“Calle desconocida”). Estoy tentado de arruinar los textos y escribir: “Crepúsculo del cuervo: allí donde el sol calla”.