La escritora Carolina Tosi llegó a Mar del Plata para participar de diferentes actividades en torno al libro infantil. Ella es Doctora en Lingüística, investigadora del CONICET y docente universitaria, pero asegura que escribir es su vocación.

El jueves 9 de febrero estará en la librería Corazón de Tinta junto a su colega Sol Silvestre a partir de las 18 para participar de una jornada destinada a docentes, bibliotecarios y público en general, con el fin de poner en común las diferentes concepciones de la literatura infantil y el abordaje en el aula, además de un trabajo sobre texto clásicos.

Tosi es autora de diferentes libros, tanto de literatura infantil como de textos escolares. El Sol escondido, editado por Edebé, es una de sus obras más reconocidas. Nos encontramos en un café y me explica que “es un libro que, por los temas sociales que trata, se usa mucho en las escuelas y siempre me piden que lo vuelva a presentar, que lo charlemos”; al tiempo que me aclara que en breve se publicarán dos nuevos libros: “Una versión de Blancanieves porque se cumple un aniversario de los Hermanos Grimm e hicieron toda una colección homenaje; y uno que es una versión de autor bien divertida de El príncipe rana”.

Café de por medio, le pregunto si desde el punto de vista de quien escribe, se escribe pensando en si cierto tema, ciertos términos son aptos o no para cada edad.  La autora sienta posición inmediatamente:

-Yo creo que hay que repensar un poco el concepto de la literatura infantil. Hay una idea de (María Teresa) Andruetto que a mí me gusta mucho que es “la literatura sin adjetivos”. Pensar que uno hace literatura, el adjetivo viene después. Yo adhiero a esta idea de que es un criterio de marketing. Obviamente el libro tiene que venderse, tiene un mercado y tiene que apuntar a eso también, pero si es un libro con calidad lo puede leer cualquiera y, es más, pasa mucho con los libros álbum, como en el caso de El Sol Escondido, que lo leen adolescentes y van saliendo diferentes interpretaciones que hasta yo, cuando las escucho, no las puedo creer. Si lo lee un nene con el papá, al papá también le despierta cosas. A mí con este libro me pasaron muchas situaciones, y me doy cuenta de que en los adultos genera una conexión.

¿Cómo surgen las ideas que terminás escribiendo?

-A veces me pasa cuando estoy por dormirme, en ese período previo se me ocurre alguna idea. O alguien me cuenta algo. El tema de El Sol Escondido surgió por una amiga que vivió en Mendoza y Chile y cuando volvió a Buenos Aires tenía esa tonada… y la cargaban. Ahí me pregunté qué pasaba cuando es tan fuerte el entorno que terminas cambiando algo de tu identidad. En el libro, la protagonista lo resuelve tratando de revalorizar su propia identidad. Pero otras veces son cosas que me pasan a mí, o puede ser que lo pide alguna editorial: “quiero una novela de aventura” y se me van ocurriendo cosas. Puede funcionar como consigna de taller literario, pero cuando veo que no pasa nada, lo digo. Trato de no presionarme en eso, porque creo que así no es genuino el acto de escribir.

Cuando éramos chicas no había libros de literatura infantil como los que conocemos ahora. Vos ¿qué leías?

-Leía mucha literatura clásica. En casa había unas bibliotecas, unas ediciones amarillas, y yo sacaba de ahí. Las novelas gordas estaban siempre en los estantes de arriba. Vos viste que soy bastante alta así que no me costaba nada alcanzarlas. Lo primero que leí fue Dos años de vacaciones de Julio Verne, porque me encantó el título. Y seguí con toda esa literatura de iniciación: Verne, Agatha Christie, Stevenson. Más tarde descubrí la literatura infantil: ya en la adolescencia me encantaban, por ejemplo, los Cuentos de los chicos enamorados, de Elsa Borneman. Y, después, lo que me sucedió es que yo siempre tenía estas ganas de escribir… y empecé un taller literario con Marta Giménez Pastor, que es especialista en literatura infantil, y me aboqué a eso. Y a leer mucho. No tenía ese prejuicio común que dice que  si lees literatura infantil, no lees literatura. O si escribís literatura infantil escribís “libritos” ¿Sabés las veces que me pasó? El diminutivo, siempre…

Como si habláramos de una literatura menor…

-Exactamente. Y  pienso: “¿de dónde sale?” Por ahí, es el desprestigio del destinatario que, como se supone que no puede apreciar la vivencia estética, su literatura es menor. Hay muchos factores. Muchas veces la parte ética que se le exige a la literatura infantil, esto de enseñar valores, leer para aprender, de alguna manera socava la dimensión estética que tiene.

Hay un gran tema con esto que decís sobre el menosprecio de la literatura infantil. Como hay otros segmentos que están muy estigmatizados, también. ¿Cómo podemos pensar la literatura infantil como género si en realidad abarca muchos géneros? Falta una consideración de que quien lee literatura infantil, lee. Punto. ¿Cómo se te ocurre que se puede resignificar esto?

-Yo, cuando doy charlas o talleres, al menos trato de ver estas concepciones, trabajarlo con los docentes y por el CONICET di varias charlas en la Universidad Fluminense en Río de Janeiro, justamente una capacitación con docentes, y la idea es que la literatura infantil se aborde no pensando en el destinatario -si son chicos, adolescentes, adultos-, erradicar un poco ese prejuicio que creo que se puede cambiar así, con charlas, escribiendo.

Cuando pensás las historias, ¿pensás en el público infantil?

-No. En realidad, lo escribo como me sale. Como soy de Letras tengo un trabajo con las palabras… y estoy muy atenta a las palabras que uso. Primero, hago un borrador mental, porque la novela o los cuentos que hago los pienso muchísimo. Puedo estar un año pensando la historia. Y ya cuando la escribo no tardo tanto porque ya la tengo casi toda solucionada, pero en el mismo proceso de escritura se va armando todo. Y la reviso mucho, estoy muy atenta. Pero pensando en el respeto al destinatario. Para nada digo que es mucho más fácil la literatura infantil… creo que es al revés. Cuando te enfrentas con los chicos en las ferias, los colegios, los encuentros, ellos te dicen la verdad. Es un público muy exigente, no tienen problemas de decirte si no les gustó.

En este segmento también tenes un circuito de actividades en las escuelas, las bibliotecas, con acciones de promoción de la lectura. Eso hace que el libro circule en otros ámbitos y sean leídos desde otros lugares. Porque una cosa es que un papa y una mamá, o dos papás, o dos mamás, agarren un libro y lo lean en casa a que lo compartan en la escuela, con docentes y compañeros, que tengan la posibilidad de analizar e intercambiar experiencias. Son diferentes lecturas…

-Exacto. Y la lectura del docente también influye. Tenes docentes que pueden hacer una lectura más desde lo estético, y otros que lo piensan más desde lo institucional y cuestionan “si la protagonista no tiene al papá, el colegio me va a decir que no”. Salen estas cuestiones, y por ahí nos permite charlarlas, es un tópico muy interesante.

El fin de semana anterior, esta autora participó de un encuentro organizado por la Librería Atreyu y Arredo en un parador de nuestra ciudad. Allí compartió con chicos y grandes una lectura de El Sol escondido, donde una nena preguntó por el papá de la protagonista. “Son cuestiones que van más allá de la historia”, me cuenta. Y celebra que desde la literatura se puedan abrir debates: “Yo digo que cuando uno lee, el libro dispara hacia miles de caminos, está bueno que suceda. Yo no lo pensé para hablar de eso, pero sucede y es positivo”.

Es difícil no hablar de los propios atravesamientos de quien escribe y cómo eso está presente en cada historia, de manera latente a veces y otras, más a la vista. Las vivencias, los proyectos, las ideas son la red sobre la cual cada cual construye. En este caso, lo que se construye es literatura. Carolina habla de su hijo Mateo de un año y me cuenta que no sabe si tiene estrategias para promover la lectura en casa, pero piensa que una forma es “por contagio”: “creo que son los propios nenes los que te marcan lo que quieren,  pero si nos ven leyendo, mucho mejor”.

Pero es cierto que los chicos viven en un mundo totalmente diferente al que creció nuestra generación. ¿Pensás que la literatura tiene que adecuarse a los nuevos modos de comunicación?

-Si, pero también es visible la necesidad que tienen por la literatura. Muchas veces es una excusa para acercarse a los padres. Un chico me dijo: “¿Sabes que este libro lo leí con mi mamá? Y fue la primera vez que me dormí con ella mientras me  leía”. Son muchos los nexos que se crean a través del libro. Una hace un libro y después no sabe lo que pasa con ese libro… todos los efectos que va produciendo.