Terminé de leer América alucinada con la sensación de que debía leerla de nuevo, pero esta vez sin dejarme apresurar por la ansiedad, tomándome el tiempo para saborear cada frase, reflexionar ante cada dilema social o moral de los tantos que surgen a lo largo del libro y disfrutando cada una de esas situaciones delirantes (o “distorsionadas”, para utilizar las palabras de la autora), con las que Betina González fue sazonando su historia.
Y es que América alucinada tiene diferentes capas de lectura. Por un lado está la intriga que generan las historias de Berenice, una niña que es abandonada por su madre y se lanza a la búsqueda de un “pariente” que la salve de caer en los “refugios de niños”; Beryl, una anciana ex hippie que funda un club de caza para eliminar a los ciervos que están atacando a los humanos, y Vik un inmigrante que descubre que una mujer se ha escondido en su casa durante días.
Podría ser cualquier urbe americana con un pasado de prosperidad y una situación de decadencia en el presente
Por otro lado está el planteo social, moral y económico que realiza González describiendo una ciudad sin nombre ni nacionalidad, que según la propia escritora está inspirada en Pittsburgh, Pensilvania (donde la autora comenzó a escribir la novela) pero que podría ser cualquier urbe americana de tamaño medio, de las tantas que existen con un pasado de prosperidad pero que en algún momento cayeron en la decadencia.
Utilizando esa comunidad que en alguna entrevista González comparó con Mar del Plata por su tamaño, la autora realiza profundos planteos sobre temas tales como las utopías colectivas (algunas pasadas y otras actuales, como el “discurso verde”), el modelo tradicional de familia, el discutible rol de las mujeres como “madres naturales” y las consecuencias que podría acarrear en las sociedades una potencial exacerbación del modelo capitalista.
Otra posibilidad es detenerse en el estilo, dinámico pero a la vez profundo y rico en imágenes de González, quien es magíster en escritura creativa por la Universidad de Texas El Paso y doctora en literatura latinoamericana por la Universidad de Pittsburg. De hecho, la novela tiene algunos pasajes memorables, como el monólogo de Beryl hacia el final del libro, los segmentos dedicados a describir la florería de la mamá de Berenice o la historia de la infancia de Vik y su primera mascota.
En síntesis, América alucinada es uno de esos libros que pueden ser leídos y releídos (y releídos), deparando cada experiencia un resultado tan atrapante como enriquecedor.
Un libro altamente recomendable.