En estos tiempos en que tenemos que quedarnos en casa y muchas personas no llegaron a aprovisionarse de nuevos libros para ocupar las horas de ocio antes de que se establezca el aislamiento preventivo y obligatorio, es una buena opción encontrarse o reencontrarse con lo que llamamos “los clásicos”.

Los motivos pueden ser varios, el primero seguramente será que no hay otra cosa para leer, pero eso a veces ni siquiera es suficientemente estimulante para acercarnos a esos volúmenes cuyas ediciones suelen ser aparatosas, antiguas y que probablemente sean los que más polvo acumulen en los estantes de la biblioteca de casa.

Por eso, para tomar coraje y acercarnos al gustito confiable de las historias de siempre, vale retomar las 14 premisas que proponía el gran escritor italiano -nacido en Cuba- Ítalo Calvino, en su ensayo Por qué leer los clásicos, que se incluye en el libro de igual nombre con textos que recopiló su viuda y en el que, además, analiza algunas de las historias más reconocidas de todos los tiempos.

El autor de El vizconde demediado, Las ciudades invisibles y Los amores difíciles, entre muchos otros, explica en este ensayo que “lo que para mí distingue al clásico es tal vez sólo un efecto de resonancia que vale tanto para una obra antigua como para una moderna pero ya ubicada en una continuidad cultural”. Reconocer esa genealogía, esa mirada inaugural de una tradición que persiste es, sin lugar a dudas, una de las grandes gratificaciones que vienen con estas lecturas.

Este destacado periodista y escritor que murió en 1985 no desconocía el hecho de que prácticamente todo el mundo sabe de qué se trata, por ejemplo, La Odisea, aun cuando la gran mayoría de las personas nunca hayan pasado ni cerca de una de sus ediciones. Pero con sus palabras, él entendía que es preciso dar cuenta de que “ningún libro que hable de un libro dice más que el libro en cuestión”.

Con la maestría que lo caracterizó, Calvino propuso tener en cuenta estas características de los clásicos:

1. Los clásicos son esos libros de los cuales suele oírse decir: «Estoy releyendo…» y nunca «Estoy leyendo…».

2. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.

3. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.

4. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.

5. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.

6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.

7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han

atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).

8. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.

9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.

10. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.

11. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.

12. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce enseguida su lugar en la genealogía.

13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.

14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.

Por qué leer los clásicos, Ítalo Calvino

Cierto es también que, en este mismo ensayo, Calvino entendía que se aprovechaba más la lectura de los clásicos si se alternaba con una “sabia dosificación” de lectura de libros actuales, pero de momento, en medio de la cuarentena, puede ser una excelente alternativa animarse a hacer una lectura propia de aquellos grandes libros que ha dado la historia y la literatura.

O, por qué no, entrar de lleno en los numerosos ensayos de este autor que se compendian en Por qué leer los clásicos.