Son infinitos los homenajes y recordatorios para el gran baluarte de la literatura argentina que es Jorge Luis Borges. Su obra y la influencia de sus letras ha sido largamente analizada por críticos, colegas escritores, periodistas y demás especialistas de diversas disciplinas, a través de la aplicación de las más disímiles perspectivas y variables. Su presencia en los medios de comunicación, aun 30 años después de su muerte, y las interminables repeticiones de sus dichos respecto de diferentes temas hacen de éste un escritor permanentemente actual.
No obstante, en lo cotidiano, en las bibliotecas caseras y en las conversaciones regulares escuchamos poco de lecturas directas a la obra de este autor. Surge algún que otro cuento y no mucho más. ¿Qué implicancia tienen, entonces, su prosa, su poesía, los cuentos que inspiran tantas canciones, debates, análisis y espacios como cualquier autor de los últimos siglos pudiera desear, en la vida cotidiana de los lectores? O, lo que parece ser más esencial aun: ¿cuánto leemos a Borges hoy? ¿Qué, de todo lo que escribió, se lee realmente?
Para ir a una fuente concreta y con especial distribución en diferentes zonas de la ciudad, acudimos a la experiencia de varias bibliotecarias a quienes les consultamos directamente sobre qué piden, específicamente, los socios de las bibliotecas públicas Leopoldo Marechal, Jacobo Amar, Sierra de los Padres y Gladys Smith. Hicimos las mismas preguntas en el centro, en la sierra y en los barrios Bosque Alegre y San Cayetano, con el fin de reconocer cómo se difuminan esas letras en la geografía de la ciudad.
En primer término, todas las bibliotecarias coincidieron en que, de la vasta obra de este autor, lo que más solicitan los vecinos de los diferentes barrios consultados es la narrativa y, especialmente, El Aleph y Ficciones. En Sierra de los Padres, espacio que comenzó a funcionar hace escasos 8 meses en la Delegación, Jessica Flores menciona además Historia Universal de la Infamia, publicado por primera vez en 1935.
Al momento de determinar cuáles son aquellas piezas literarias que podemos contar entre los grandes olvidados por el público que asiste a los espacios municipales, también acordaron en que se trata de la poesía y el ensayo como género y la misma bibliotecaria destaca específicamente Fervor de Buenos Aires, primer libro de poesía del escritor publicado en 1923, mientras que Verónica Gauchi, de la Biblioteca Marechal, ubicada en 25 de Mayo y Catamarca, cita “ensayos como Discusión (1932) y alguno de poesía como La cifra” (1981).
Otro asunto a desentrañar respecto de los lectores actuales de la obra de Borges es quiénes lo leen y por qué. Las encargadas de la Biblioteca Gladys Smith, Norma Martínez y Lucía Avenando explican que “los que piden más libros de Borges son los chicos de escuela secundaria, porque lo tienen como lectura obligatoria”, mientras que Sandra Orr y Belén Palma, de la Biblioteca Jacobo Amar, explican que también se acercan los adultos por “conocimiento previo del autor, muestran un interés personal”. Por su parte, Gauchi consigna: “no creo que sea una cuestión de edad, sino de lograr comprender adecuadamente acerca de lo que escribe. Leer a Borges supone la existencia de un bagaje cultural que favorezca la comprensión de lo que se está leyendo”.
El autor o un autor
Cualquiera que se haya aproximado mínimamente a la literatura de Borges en el contexto de la literatura argentina comprende que no es un autor más, sino que constituye sin lugar a dudas un hito trascendental y su influencia es innegable. Es más, si quisiéramos consultarle a la población argentina –habría que aprovechar las próximas elecciones generales- cuál piensan que es el autor argentino más leído, podríamos suponer que Borges estaría en condiciones de pelear por un lugar en el podio.
Sin embargo, cuando en esta recorrida por las Bibliotecas de la ciudad consultamos sobre el puesto que ubicaría Jorge Luis Borges entre los más pedidos, lo cierto es que nadie lo posiciona muy arriba en la escala. En Bosque Alegre lo ubican lejos de la cima: “me atrevo a ponerlo en el número 50, considerando todo lo que se presta. Antes hay muchos otros autores más pedidos”, dice Norma.
“Borges no ocupó ni ocupa un lugar entre los autores más solicitados; pero si entre los más estimados como escritor”, dicen en Marechal. Las dos bibliotecarias del barrio San Cayetano dudan al ubicarlo entre el octavo y el décimo puesto pero aclaran “de los autores argentinos”. En Sierra de los Padres, “el puesto 30”.
Más allá de las diferencias numéricas de las respuestas -y de lo arbitrario de la pregunta en sí-, lo cierto es que estas percepciones personales de las bibliotecarias implican que el autor argentino más famoso está más presente en el imaginario colectivo que en las prioridades del público lector de las bibliotecas, lo cual podría resultar desconcertante si pensamos en la gran difusión de su obra pero cobra un sentido excepcional si consideramos que hablamos de un hombre que lleva 30 años muerto.
Difícil pero ineludible
Muchas personas que son reales aficionadas a la lectura evitan la obra de Borges. Mentiríamos descaradamente si dijéramos que su obra es amena. Borges es difícil.
Pero también es cierto que algunos de sus cuentos son ampliamente conocidos y disfrutados por todas las generaciones. Las bibliotecarias mencionan entre sus preferencias –y recomendaciones- Las Ruinas circulares o los 11 cuentos de El Informe de Brodie (1970); El cuento El otro, que forma parte de El libro de arena y que describen como “una joya literaria”; La casa de Asterión de El Aleph o La Biblioteca de Babel.
Y al momento de consultar cómo describiría cada una de ellas, desde su espacio privilegiado cercano al estante de los libros, la presencia del escritor y su obra en la literatura argentina, todas comienzan aclarando que “no soy una gran lectora de…” o “no soy una estudiosa de su obra” o, inclusive, “no me gusta Borges”.
Lucía Avenando resume que “es para la literatura argentina como el dulce de leche o el obelisco, la representa. Y es uno de los escritores más reconocidos del siglo”. Verónica Gauchi explica que “como bibliotecaria puedo decir que la publicación de sus obras en múltiples idiomas y la reedición constante de sus libros lo colocan entre uno de los más importantes escritores de la literatura española”. Sandra Orr afirma que no ha leído lo suficiente: “quizá por el prejuicio de pensarlo muy elevado, he leído o intentado leer muy poco”. Belén Palma también se sincera: “he leído muy poco de Borges. Me resulta sumamente complejo. Eso quizás lo hace más interesante pero a la vez hay que tener mucha determinación para leerlo”. Y, finalmente, Jessica Flores lo recomienda: “leer a Borges implica un importante desafío, ya que sus obras se caracterizan por su riqueza verbal y por amalgamar fuentes culturales diversas. Disfruto mucho de sus cuentos”.
Como anécdota y corolario de estas reflexiones, en este mismo día en que Borges cumple 30 años de eternidad, de una de las bibliotecas sale Rubén con una edición de la obra poética completa de este autor debajo del brazo. Explica que nunca leyó nada de Borges. “Pero nada de nada”. Cuando se va, la bibliotecaria revisa los datos del socio en la computadora. Rubén nació en 1929. Hace la cuenta: tiene 87 años. Y va a comenzar hoy. Tal vez, el mejor homenaje para un autor.