Miami es una ciudad en donde el idioma español es casi tan común como el inglés. Basta con hablar con cualquier persona que nos crucemos que probablemente contestará en nuestra lengua al darse cuenta que somos extranjeros. Me encontré, entonces, en un lugar habitado por latinos y decidí ir en busca de lo que más nos interesa para esta Revista: los libros.
Hallar una librería en la “ciudad del sol” no es una tarea fácil, al menos en las áreas habituales para el turismo. Si bien en los carteles de bares, restaurantes, grafittis y tiendas comunes abunda el idioma, la tarea de ubicar libros editados en español se complicaba cada vez más.
Un día de mi estadía en Miami amanecí con una triste noticia. En El Paso, Texas, un joven de 21 años había irrumpido en un supermercado de la cadena Walmart y disparó a la multitud ocasionando 22 muertes, y abriendo así un ciclo de ataques e intentos de asesinato en sucursales de la misma cadena. Quizás lo más llamativo del caso fue que lo que motivó al chico a cometer semejante crimen fue el odio. Pero no cualquier tipo de odio, sino el desprecio hacia la población hispano hablante de aquel Estado. Esa misma tarde y previamente planificado, había decidido ir a una sucursal de ese supermercado con el simple objetivo de hacer compras.
Al llegar, rápidamente observé que el enorme local se ubicaba en un barrio residencial, de casas bajas y gente humilde. Dentro de él había muchos estadounidenses, pero también muchos latinos. Caminé entre las góndolas. Galletitas, ropa, electrónica, bebidas. Continué. A lo lejos comenzaron a aparecer los primeros libros, lógicamente editados en inglés. Me acerqué con intriga, ya que el tamaño de la estantería era bastante grande para ser solo un supermercado. Del otro lado me esperaba una sorpresa: una larga fila a lo largo y ancho de libros en español, de todo tipo de temas y géneros. Lo más sorprendente no sólo fue el hecho de encontrar libros en nuestro idioma, sino la cantidad de gente que leía contratapas y comentaba los títulos con sus acompañantes.
Rodeado de al menos unas 7 u 8 personas comencé a observar qué libros había. Abundaban los libros de traducciones inglés-español, se ve que necesarios para recién llegados a la ciudad que piensan en quedarse. También se veían novelas clásicas de Stephen King, cuentos de Arthur Conan Doyle y hasta obras de Shakespeare. Por otro lado, también encontré múltiples libros de personalidades desconocidas aquí pero probablemente reconocidas en Centroamérica, hablando de temas relacionados con Trump y sus políticas y el futuro de Estados Unidos. Por último, observé que abundaban libros de autoayuda, de recetas, ejercicio y hasta de Yoga, los que parecían ser los mas solicitados por las personas presentes.
Después de mirar y sacar unas fotos me dirigí a la caja y emprendí el retorno hacia el hotel. Mirar las fotos y releer los títulos de los libros me hizo reflexionar.
Lo sucedido en la mañana y lo que vi en la tarde me hizo comprender que en ese tipo de supermercados un latino encuentra lo que necesita, lo que ya conoce, lo que le es cercano. Está pensado para todos, para locales y para inmigrantes.
Lo importante es que la literatura se hizo presente en lo que parecía ser un oasis de playa, mar y movida nocturna. Tan presente que ocupó una estantería entera de un super con libros editados en español en un país en donde se habla inglés. Tan presente que en los minutos que dediqué a observarla, muchas personas cargaban libros en sus carritos y se acercaban a mirar. Tan presente que comprendí que los asesinatos de odio ocurridos horas antes habían sido perpetrados a gente como la que me rodeaba en ese momento, a gente como yo, que quizás simplemente quería hacer sus compras, llevar la comida a su familia, soñar con un futuro mejor, y quizás al final del día, quien sabe, leer un libro.
@josusanchez6