Esta será la primera de varias notas que el periodista y profesor de Letras Bernabé Tolosa irá publicando en Leemos alrededor de la experiencia de un viaje realizado al principio de este año. “Fueron más de 30 mil kilómetros por distintos países, cruzados por la literatura, la filosofía y el arte -dice Tolosa-. Fueron más de 30 mil kilómetros que me brindaron la posibilidad del crecimiento personal y del contacto con otras culturas. Un viaje que me posibilitó el encuentro cercano con algunos títulos y autores que, como dice Borges, me pintaron el mundo de una mejor forma y me ayudaron a despuntar también, una verdad propia”. A continuación, la primera de esas crónicas viajeras:
Poética de la geografía
El filósofo Michel Onfray convierte el viajar en un tema de reflexión estimulante. La reflexión en torno al deseo de partir, la sorpresa al llegar, la búsqueda de personas desconocidas, la toma de notas y fotografías, así como la elaboración del recuerdo, hacen que cualquier viaje, como se ha dicho otras veces, sea también “un viaje hacia sí mismo”
“No se escogen los lugares predilectos, se es requerido por ellos…cada cual dispone de una antigua mitología fabricada con lecturas en la infancia, recuerdos de familia, películas, fotos, imágenes escolares memorizadas sobre un mapa del mundo un día de melancolía al fondo de la clase. Luego se procede a actuar para hacer real el sueño antes de morir…” dispara para iniciar el viaje a través de su libro Teoría del viaje, editado por Taurus.
Seguidamente el texto reproduce toda la realización de un viaje, el antes, el durante y el después del mismo, llevándote constantemente a preguntarte si tu actitud es la de ser “turista” o un “viajero”. La diferencia se centra en que “el turista compara, el viajero separa. El primero se queda a las puertas de una civilización, roza una cultura y se contenta con percibir su espuma; el segundo intenta entrar en un mundo desconocido sin prevenciones, como espectador libre de compromisos, deseoso de captar su interior”.
El viaje siempre ha tenido su continuidad en la literatura. Los viajes siempre surgen de la invención de un sujeto que está contaminada, en el mejor sentido, por una serie de mundos imaginarios que otros nos han alcanzado. Por ende, esos espacios que otros han narrado para nosotros, ahora pasan a ser nuestra narración personal. Narración que puede ser oral, ¿o qué hacemos cuando contamos nuestro viaje?, o bien escrita y por ende leída también. La íntima experiencia de un viaje se vuelve así pública. Y el espacio real recorrido se transforma en un cruce de ensueño, imaginación y verdades.
Los ejemplos abundan. Desde la Odisea de Homero, los viajes de Marco Polo, La vuelta al mundo en 80 días de Verne, Una excursión a los indios Ranqueles de Mansilla, hasta Danubio de Claudio Magris, Viaje a Portugal de Saramago y esa maravilla que es Le Voyage de Baudelaire, donde dice: “¡ah que grande es el mundo a la luz de las lámparas!, ¡y a ojos del recuerdo que pequeño es el mundo!”
Vuelvo a Onfray y su poética de la geografía. “Volver a es también venir de” sostiene. El planteo es claro, ¿cómo recuperar todo el éxtasis de la ida, pero ahora en el momento del regreso? O sea, con otro estado de ánimo totalmente distinto. Los recuerdos armados por nosotros sustituyen así a lo desconocido y a las esperas. Pero no importa. Al cansancio del regreso se lo compensa con las síntesis venideras.
Mientras el desajuste horario se acomoda a nuestro cuerpo y a nuestros días, la historia, nuestra narración, va tomando forma y haciéndose más nuestra. Y así volviendo a narrarlo, volvemos a vivirlo para dar forma a la circunstancia socrática, donde uno acaba por encontrarse frente a sí mismo, como en un espejo, y preguntarse ¿qué he aprendido sobre mí?
Pero a pesar de todo, dice Onfray, el mundo se resiste a las tentativas de ponerlo en palabras. Aquel viejo sueño de Mallarmé de hacer llegar lo real al texto, cuesta. Pero vale la pena el intento por el hecho de la experiencia del viaje y porque solamente la experiencia escrita permite rendir cuentas de la totalidad de los sentidos. “Solo el verbo contiene los cinco sentidos y más. El trayecto conduce cosas a las palabras, vida al texto, viaje al verbo, de sí mismo hacia sí mismo. En la operación que conduce desde el universo infinito a su fórmula puntual y momentáneamente culminada se sintetizan fragmentos de memoria transfigurados en recuerdos centelleantes” afirma.
Nada tan parecido a Don Quijote, quien decide hacer sus salidas para confirmar si aquello que dicen los libros de Caballería sobre el mundo, era verdad. Así, el texto de Onfray esconde una invitación a viajar de forma distinta. Un viajar sostenido por la filosofía y la literatura, que posibilitara que extendamos nuestros sentires y sabores, hasta notar que no hemos salido intactos de él. Porque en tanto nosotros caminamos, el mundo sigue en su lugar invitándonos a transformarnos día a día y así convertirnos en viajeros y no sólo en turistas.
Bernabé Tolosa
@bernabetolosa