Una Buenos Aires moderna y rutilante es el escenario en el que transcurre la nueva novela de Gabriela Exilart, la escritora marplatense que lleva publicadas numerosas historias ambientadas en diversas épocas y con variadas perspectivas, siempre con el reconocimiento de sus lectores.

En El susurro de las mujeres, editado por Plaza y Janés, elige contar la vida de tres mujeres italianas que migran a Argentina a principios del Siglo XX, a una ciudad atravesada por una gran cantidad de conflictos políticos y sociales, pero que además se viste de fiesta para celebrar el Centenario de la Patria.

Exilart narra alternadamente dos líneas de tiempo. En una vemos a Allegra, una mujer ya madura, viuda y entristecida intentando reconstruir su vida y aprender a gestionar los campos que su difunto marido le dejó.

Allegra cuenta con la compañía de su sobrina Fiorella, una joven entusiasta con ideales fuertes y compañías notables que la llevan a conocer una forma diferente de asumir su lugar en la sociedad. Es amiga íntima de Julieta Lanteri, la segunda mujer en recibirse de médica en Argentina y una luchadora incansable por los derechos de las mujeres y la igualdad en todos los ámbitos de la vida.

A ellas se unirá luego el personaje de Gianna, la hermana menor de Fiorella que desembarca en el Puerto de Buenos Aires envuelta en una historia llena de mentiras, pero ansiosa por vivir nuevas aventuras.

En la segunda línea de tiempo, un médico porteño llamado Fausto llega al penal del fin del mundo, en Ushuaia, para cumplir una larga y dolorosa condena. Allí conoce a otros internos, algunos célebres, y juntos padecen los azotes del clima y de los guardias, por partes iguales.

De a poco ambas líneas narrativas se van hilvanando y los detalles se revelan para construir una historia donde la voz de las mujeres, en una época de total efervescencia, pasa de ser un susurro a convertirse en un grito que se escucha resonante hasta nuestros días.

En diálogo con Revista Leemos, la autora de El susurro de las mujeres contó que esta “es la primera vez en mi obra que un personaje histórico interactúa de manera tan profunda y directa con mis protagonistas”.

¿Cómo fue para vos crear los personajes de Allegra, Fiorella y Gianna en torno a la figura de Julieta Lanteri y enmarcados en el movimiento que estaba surgiendo a principios del Siglo XX?

-No fue fácil. Había que encontrarle una voz a Julieta Lanteri, un tono en lo cotidiano, en las reuniones donde se planificaba el congreso y en la tardes de té y paseos. Además, debía respetar su vida, no podía inventar demasiado en torno a ella, por eso, todo lo que se cuenta de Julieta tiene base documental. Y fue conmovedor advertir que hoy, más de 100 años después, las mujeres seguimos luchando por nuestros derechos y, aunque en menor medida, seguimos padeciendo discriminaciones y debatiendo sobre los mismos temas, como el aborto, la educación sexual, la igualdad, etc.

La ideología de Julieta Lanteri y sus compañeras de época siguen encontrando resistencias incluso cien años después. Vos, ¿encontraste resistencias en las devoluciones de las lecturas por elegir contar su historia y tomarla como referente de un cambio de época?

-No, por el contrario, sólo recibo agradecimientos por rescatar del olvido la figura de Julieta Lanteri, una mujer de un pensamiento de vanguardia, valiente, decidida, a quien no le importaba que la ridiculizaran en las publicaciones –revista Caras y Caretas, por ejemplo-, que desafió a todos casándose con un muchacho 14 años más joven, que se subía a un cajoncito en las esquinas para exponer sus propuestas.

En la investigación que hiciste sobre este tema, ¿Qué cosas fuiste descubriendo o actualizando de tu propio pensamiento sobre la situación de las mujeres en la sociedad?

-Como conclusión, me di cuenta de que las mujeres seguimos reclamando nuestro lugar en el mundo, que si bien muchos derechos nos han sido reconocidos en las leyes, a veces su ejercicio no es tan simple. Situaciones diarias me demuestran que todavía tenemos que abrirnos paso a veces a los codazos, o alzando la voz. Me sentí identificada con Julieta Lanteri cuando no se le permitió acceder a una cátedra, y lo comparé con mi expediente -administrativo primero y judicial después-, para poder acceder a las horas que me corresponden por Estatuto en la Facultad de Derecho de la UNMDP y que nunca me fueron reconocidas. Batallo con eso desde el año 2015.

¿Cómo te modificó el hecho de escribir esta novela?

-No sé si me modificó, pero sí sé que me conmovió la lucha de Julieta, su tenacidad, y la forma en que murió –se presume que el supuesto accidente en realidad fue un homicidio-. Aprendí mucho durante la investigación.

Hay veces en que en la literatura de género romántico -incluso en las de enfoque contemporáneo- nos encontramos con narraciones que naturalizan la violencia, a veces hasta la justifican y la romantizan, especialmente las violencias contra las mujeres. ¿Cómo te posicionás frente a esto?

-Creo que el escritor debe respetar los paradigmas de la época sobre la cual escribe, eso si hablamos de novela realista con contexto histórico. Si yo escribo una novela ambientada en 1936, en un contexto de dictadura y conservadurismo, como es el caso de En la arena de Gijón, debo adecuar mi historia a ese modelo social, de lo contrario, no sería verosímil. Pero si yo escribo una novela ambientada en 2022, no puedo romantizar y justificar una situación de violencia.

Como lectora, hace rato que dejé de leer esas novelas donde el hombre somete y domina a la mujer bajo el nombre del amor. Eso no es amor. El amor es respeto, es igualdad, es libertad.

Como autora, trato de reflejar la vida de las personas en su contexto, en tiempo y espacio.

¿Te parece que la literatura juega algún rol en el cambio de paradigma que vemos a nivel social?

-Hoy estamos en el camino de deconstruir el amor romántico. Ya no creemos que por amor debemos aguantar todo, ni en el rol del hombre como protector y proveedor, ni en los celos como demostración del amor y tantas otras falacias. No quiero decir con esto que no existan el romance, la seducción y las demostraciones amorosas, sino que el amor hoy lo vemos como una relación entre iguales, donde priman el respeto y la comunicación. Tampoco creemos en el amor para toda la vida, porque los seres humanos estamos en cambio constante, en evolución permanente, y a veces en ese devenir, nos podemos perder de ese otro al que creíamos amar. La literatura debería acompañar ese cambio, reflejar lo que está ocurriendo en la sociedad.

@trianakossmann