Se define como escritora, periodista y docente. Aunque también podría decir periodista, docente y escritora. O docente, escritora y periodista. En realidad el orden no importa porque para Gabriela Urrutibehety las tres profesiones que ejerce son, en realidad, diferentes maneras de desarrollar una misma pasión: la que siente por contar historias.
“Me fascina el mundo de lo no dicho, el de las historias que todos conocen pero nadie dice” relató a Revista Leemos esta prolífica escritora, que ya cuenta con tres novelas publicadas y otras cuatro listas para ser descubiertas por el mundo editorial.
Justamente en el último de sus libros, Con la muerte a cuestas, esta escritora con domicilio permanente en Dolores pero íntimamente relacionada con Mar del Plata -ya sea a través de sus columnas en el diario La Capital como por su participación en eventos literarios como las Ferias del Libro o el Festival Azabache- utiliza como disparador una de esas historias ocultas de las que tanto supo la Argentina en su historia reciente: la de un secuestro durante la última dictadura militar.
-Para La banda de los seguros te inspiraste en un hecho policial real. ¿Pasó lo mismo con tu última novela, Con la muerte a cuestas?, le preguntó Revista Leemos en el inicio de una extensa y rica conversación en la que pasaríamos de la realidad del mundo editorial a la influencia de las nuevas tecnologías en el hábito de la lectura con la naturalidad y apasionamiento de las personas que hablan de un tema que les fascina.
-“La historia -respondió Urrutibehety a nuestra primera pregunta- comienza con una anécdota que me contaron: la de la hermana que mira hacia atrás y permite que el grupo de tareas sepa por dónde se estaba escapando la otra. A partir de allí comenzó una construcción que tiene que ver con una familia ficticia en un pueblo supuesto, pero con fuertes conexiones con la vida del país en los años que van entre 1979 y 1997: la dictadura militar, el clima de los noventa, la muerte de José Luis Cabezas. Me interesaba retratar qué pasaba en ese pueblo, en las relaciones entre esos pocos habitantes que se conocen mucho ante lo que le va pasando a esta familia en esos años y a partir de esos hechos”.
-En ambos libros abordás temas que durante algún tiempo estuvieron ocultos en la sociedad, que tardaron en salir a la superficie. ¿Te atrae ese mundo, el de lo no dicho?
-“Sí, particularmente el de lo oculto que todos conocen, lo que todos saben y no dicen. Son redes de complicidades de sociedades que buscan sobrevivir pateando bajo la alfombra un espectro de acciones que van desde lo delictivo en el sentido más clásico a la más pequeña de las miserias cotidianas“.
-La banda de los seguros empezó como un blog y luego lo trasladaste a papel. ¿Encontraste diferencias entre quienes te leían en uno y otro formato?
-“La versión del blog tuvo siempre el carácter de provisoria. Es decir, era una novela en construcción, en la que los lectores participaban opinando sobre el desarrollo y yo tomaba nota de esas sugerencias. Después, rehice la novela atendiendo a algunas de ellas (no a todas, por supuesto). Si busqué llevarlo a papel es porque para mí –y para muchos lectores, dicen- el libro sigue siendo un objeto deseable, amable. Leer en papel requiere otro tipo de contacto que, al menos para mí, tiene una sensualidad especial”.
-Suele decirse que las nuevas tecnologías atentan contra la lectura pero por otro lado es cada vez mayor la cantidad de escritores que se hacen conocidos gracias a la web. ¿Cuál es tu opinión sobre el rol de las nuevas tecnologías?
-“No se pueden negar las nuevas tecnologías: es como la historia de Sócrates oponiéndose a la escritura o, salvando las distancias, mis maestras de primaria oponiéndose a que usáramos las calculadoras. Creo que sigue siendo la vieja disputa entre apocalípticos e integrados de la que hablaba Eco en los años 70. Algunos dicen que se lee más, porque las nuevas tecnologías, especialmente internet, hacen que uno esté todo el tiempo leyendo y escribiendo. Otros, que el entrenamiento banal aleja a la gente de los buenos libros. Ni tanto ni tan poco: la gente consume relatos en libros, pero también en forma de series o películas. Por afuera del ninguneo del mercado editorial, se hacen encuentros de poetas y lectores de poesía que convocan a muchas personas. No serán masivos, pero yo tampoco recuerdo momentos en que la literatura haya sido pasión de multitudes”.
-Sos escritora, periodista y docente. ¿Cómo se retroalimentan esas facetas de tu vida?
-“Todo tiene que ver con la pasión por contar historias. Las tres profesiones no son más que formas diferentes de hacerlo y, en las tres, hay que llevarlo a cabo de la mejor manera para poder atrapar al público. Un adolescente al que le leés de un hidalgo que se volvió loco por los libros no es muy diferente del lector que busca la información del día o de alguien que se acerca a leer lo que tus dedos le hicieron decir al teclado”.
-¿Qué opinás de la apertura de las importaciones de libros?
-“En un mercado hiperconcentrado y trasnacionalizado como es el editorial hoy en la Argentina, es indispensable la puesta en marcha de políticas que apuntalen el crecimiento de las llamadas editoriales independientes porque también es la forma en que se pueda difundir la producción local. La apertura puede tener la ventaja de hacer más accesibles algunos imprescindibles libros del exterior, pero conlleva el peligro de una inundación de importados –teniendo en cuenta que las editoriales grandes son filiales de editoriales extranjeras- de cualquier clase y catadura, restándole espacio a lo bueno de la producción nacional y regional”.
-En otras entrevistas hemos abordado la complejidad de ser escritor o escritora en Argentina y no vivir en Buenos Aires. ¿Qué balance hacés vos de esa experiencia?
-“Es tremendamente complicado esto de elegir hacer arte –literatura o cualquier otra cosa- en eso que llaman el interior. No por el proceso mismo de la creación sino de la difusión o el intercambio. Es cierto que la aparición de internet ayudó en mucho a la conexión entre artistas, algo indispensable en este proceso, pero siempre todo se vuelve mucho más lento y difícil a distancia del ombligo porteño”.
-¿Tenés algún otro proyecto en marcha?
-“Hay cuatro novelas y un libro de cuentos esperando su oportunidad de ser publicados. Mientras tanto, sigo andando”.