Hace poco tiempo salió el primer libro sobre ciencia forense en el marco de la prestigiosa colección de divulgación titulada “Ciencia que ladra…” que edita Siglo XXI y que dirige Diego Golombek.
Elemental mi querida ciencia (forense) es la experiencia inaugural del escritor y criminalista Gastón Intelisano, que es reconocido por sus novelas protagonizadas por el personaje de Santiago Soler, y por ser el único escritor argentino de policial forense en sentido estricto.
En su paso por la ciudad de Mar del Plata, donde están ambientadas la mayoría de sus novelas, charló con Revista Leemos sobre la incursión en la divulgación científica, el trabajo que realiza en la morgue del Poder Judicial de Lomas de Zamora y del modo en que construye cada uno de sus casos, donde la recolección de evidencias es la vedette.
El autor de Epicrisis y La navaja de Ockham (Editorial Autores de Argentina), entre otros, comienza contando que en todas las ciudades que visita busca recorrer los espacios destinados a la investigación criminal, como las morgues y los departamentos de policía, y que tiene una especial afición a visitar los cementerios: “no por una cuestión morbosa, sino porque me resultan lugares súper pacíficos y reflejan a la ciudad, cómo es la población y qué tipo de muertes hay”.
A lo largo de nuestra charla, quedará claro que sus recorridos, la información que recolecta en cada caso y su obsesión por los detalles no sólo son un rasgo propio de su profesión, sino también materia prima para sus inconfundibles historias.
En cambio, Elemental… es un festival de datos, historia, actualidad y ejemplos sobre cuestiones que vemos y escuchamos a diario en los noticieros o en las series y películas sobre crímenes, pero que en este caso están expuestos y abordados con recursos llamativos e inteligentes, con un lenguaje accesible y un nivel de detalle exquisito para el ojo del público entrenado.
“Yo empecé como lector de la colección -cuenta Gastón-. Un día visitando a un amigo que conoce le pregunté si “Ciencia que ladra…” tenía algún título sobre ciencia forense. Se me ocurrió que podría escribirlo. Él me ayudó a llegar a los editores y leyeron mi propuesta. Era una introducción y dos capítulos. Yo nunca había escrito nada que no fuera ficción. En el primer contacto me pidieron que les mande más y la segunda vez ya me escribió Diego Golombek para confirmar que lo iban a publicar”.
¿Y cómo fue ese proceso de escritura?
-Fue intenso. Porque es un libro cortito pero tuve que chequear y rechequear todo muchas veces. Por suerte fue un ida y vuelta con las editoras de Siglo XXI. Uno de los capítulos lo escribí con Covid, es el capítulo sobre la sangre, pero no me acuerdo cómo lo escribí. Pero como siempre estuve acompañado por ellas, sé que está muy bien (risas). Tuve mucha libertad, también. Y lo terminé de escribir en octubre y fue la novedad de diciembre.
Es claro que sólo una persona que conoce mucho del tema puede haber escrito un libro así, con tanto detalle y con tantos recursos.
-Mi idea era que no fuera un manual, sino que lo pueda leer desde un colega mío hasta una persona que nunca leyó una novela policial, e igual le entretenga y le pueda resultar interesante.
Sos el único argentino que escribe policial desde la óptica forense y con tanta información ¿Te consultan otros escritores?
-Si, Claudia Piñeiro me consultó varias veces. Tony Hill, para una novela, me mandó una inquietud particular… qué pasaría si un cuerpo aparece de esta forma, en estas condiciones, le mandé las posibilidades. Y hace poquito, a través de una amiga española, me contactó Bernard Minier porque necesitaba un informe de autopsia. Quería leer cómo se escribe, cómo es la descripción que se hace, porque es un sistema bastante universal, se ve lo mismo, se busca lo mismo, los criterios son universales. Estaba chocho.
Buscando rastros por Mar del Plata
¿Cómo es que andas de tour por las morgues?
-Me gusta conocer cómo trabajan en otros lugares, qué puedo aprender y tomar de esas experiencias. Siempre los contacto antes de ir y les explico. A veces voy como escritor, a veces como colega. También voy a los lugares clásicos, pero me gusta que me cuenten una historia que haya pasado ahí. La novela que estoy escribiendo ahora empieza en Oxford, porque quedé maravillado cuando fui.
¿Y esta vez también estuviste haciendo investigación en Mar del Plata?
-Mi personaje Santiago Soler vive acá. Amo Mar del Plata y me siento un poco de acá. Ahora fui a visitar el Instituto de Ciencias Forenses que está a estrenar y por un tema político no se está usando. Hace 7 años que está en el predio del Hospital Interzonal. La mesa de autopsias y la cámara de frío están sin usar. Ya se hicieron tres inauguraciones pero siguen sin usarlo. Hay un laboratorio de balística, uno de rastros y la morgue judicial. En mis novelas nuestro Instituto de Ciencias Forenses es como que por fin logró construirse y es ideal, pero a veces la realidad me obliga a bajarlo un poquito.
¿Te interesa mucho ser realista en las posibilidades de la novela?
-Si, lo intento. Yo tengo que ir al lugar que quiero describir. Y cuando me gusta algo que veo, pienso que ahí seguro tiene que pasar algo en mi próximo caso. A veces le pido a algún amigo que me mande fotos de tal o cual lado, o que me saquen algunas dudas. Ayer me recorrí toda la costa y haciendo ese camino decidí lo que van a ser las escenas del crimen de mi próxima novela.
¿Qué es lo primero que surge? ¿Cómo va a morir el que muere?
-Sí, por lo general me surge así. Eso aparece primero, el caso policial y después me lleva más o menos un año escribir una novela. Termino una y ya empiezo a investigar para la siguiente, me tomo un mes. Mi próxima novela seguro va a salir a fin de año.
Pero, en realidad, no son tantas las formas violentas de morir…
-Las que van a autopsias son homicidios, suicidios, accidentes de lo que sea y averiguaciones causales de muerte que es cuando encuentran el cadáver y a simple vista no se sabe qué pasó. Después se determina si fue una intervención externa y hubo crimen o si fue muerte natural.
Y motivos para matar, tampoco son tantos: celos, envidia, codicia, muerte por encargo, casi los pecados capitales. Otra es la emoción violenta, que es algo que tiene que probar el criminólogo, un psicólogo criminal.
Como buen científico, Gastón es un apasionado por la información, los detalles y la congruencia entre la resolución de un caso y la forma en que se presentan las pruebas de acuerdo a la investigación.
En Epicrisis, por ejemplo, el caso al que se enfrenta Santiago Soler involucra varios cadáveres de varones que son encontrados degollados en diferentes momentos en los jardines de Ciudad Universitaria, en Buenos Aires. En La navaja de Ockham, la víctima es una niña desaparecida en momentos en que sus padres cenaban con unos amigos. En ambas situaciones, los derroteros para resolver los crímenes llevarán por varias autopsias descritas con precisión, recolección de pruebas, pistas que se convierten en evidencias y que de a poco van desenrollando la confusión.
El interés por los datos, la distancia entre la dura realidad y los sentimientos de los personajes y la preservación de la escena del crimen son elementos sustanciales para dar con el culpable. En la ficción y en la vida misma, según atestigua el propio autor y criminalista.
“Me gusta describir, que sea detallado, que esté bien ubicado. Quiero que el lector se ubique, se sienta ahí: si hace frío, si se escuchó el chillido de una gaviota al pasar, todo eso me sirve. Eso me interesa”, finaliza.
@trianakossmann