A fines de 2021, la concesión del Premio Planeta a la novela La Bestia hizo caer una de las máscaras más intrigantes de los últimos años de la literatura española: Carmen Mola no era una mujer sino el pseudónimo detrás del que se escondían nada menos que tres hombres.

El debate que se desató fue intenso e involucró a gran parte de la comunidad literaria internacional, con interesantes aportes relacionados con el género y la desigualdad a la hora de la competencia. El impacto en las ventas también fue automático: la novela comenzó a venderse como pan caliente en todos los países a los que había llegado.

Claro está que la invisibilización del/los nombres verdaderos no es algo nuevo. A modo de ejemplo, cabe recordar que a nivel internacional, las hermanas Brontë firmaron sus primeros poemas como Currer, Ellis y Acton Bell o que George Eliot era, en realidad, Mary Ann Evans-. Y a nivel local, recordemos a Honorio Bustos Domecq, el autor imaginario con el que Borges y Bioy Casares (nada más y nada menos) publicaron varios relatos policiales.

No obstante, la actualidad la pregunta sigue flotando en el aire: la firma con pseudónimos, ¿es un incumplimiento del convenio tácito entre quien lee y quien (o quienes) escriben? ¿O es una campaña promocional tan válida como cualquier otra? 

Son interrogantes que no cuentan con una respuesta única sino que, muy probablemente, son disparadores de más preguntas: ¿importa tanto conocer la personalidad del autor o autora de un libro? Descubrir un engaño (o un juego) en torno a la autoría, ¿modifica la apreciación sobre lo que se leyó? Y algo que en el último tiempo se extiende a otras artes, al punto de que muchas personas hasta hace poco respetadas en lo profesional han sido canceladas: la vida privada de un escritor o escritora, ¿puede justificar la anulación de su obra?

Mientras continuamos reflexionando sobre estos y otros interrogantes, junto a Libros de la Arena les proponemos tres casos actuales en los que el éxito de ventas y de crítica hizo caer las máscaras y dejó al descubierto la identidad de los autores, con distintas consecuencias según los casos:

La bestia, Carmen Mola -editorial Planeta-

Se convirtió, como ya dijimos, en la comidilla de la comunidad literaria internacional al descubrirse, tras la entrega del Premio Planeta 2021, que la misteriosa mujer que ya llevaba publicados tres libros eran en realidad tres hombres con relativa trayectoria en el mundo editorial español: Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez.

Un factor determinante de la polémica fue el hecho de que el trío masculino no se limitó a firmar con pseudónimo sino que concedió varias entrevistas -todas ellas por correo electrónico-, lo que, una vez descubierta la verdad, incrementó la sensación de engaño.

Pero a todo esto, ¿qué pasa con el libro? ¿Se merece tanto debate, que al fin y al cabo no es más que una forma de darle visibilidad? Como ya comentamos en nuestra página con motivo de las fiestas navideñas  -ver enlace-  La Bestia es una mezcla de thriller con novela histórica, escrita con buen ritmo y condimentada con altos niveles de violencia y morbo -detalle no menor cuando se aborda el escándalo desde un enfoque de género-.

Siendo tres cabezas en vez de una las que construyeron la obra, se les podría haber pedido algo más, pero lo cierto es que tanto la crítica como los lectores les dieron su respaldo. Y por lo que adelantaron los tres autores, hay Carmen Mola para rato.

Serie Cormoran Strike, de Robert Galbraith -editorial Salamandra-

También este caso viene rodeado de polémica, ya no por la autoría escondida detrás del pseudónimo –poco tardó en saberse que Galbraith era J.K. Rowling– sino porque fueron estos trabajos, sumados a ciertas declaraciones que la autora realizó en redes sociales, los que hicieron caer en desgracia a la hasta ahora intocable creadora de Harry Potter.

Los libros están escritos en un formato bastante convencional (aunque no por ello excentos de atractivo), donde el centro de atención gira en torno a Cormoran Strike, un investigador solitario, ex veterano de guerra de Afganistán al que le amputaron una pierna. La propuesta tiene su interés romántico entre Cormoran y Robin Ellacott, asistente devenida en socia a lo largo de las entregas.

Según explicó cuando develó su identidad, Rowling decidió escribir bajo pseudónimo porque quería probar suerte con un género nuevo, sin tantas expectativas ni presiones de parte de sus lectores y del mundo editorial. Sin embargo, su primer libro, El canto del cuco, tuvo más éxito de ventas del esperado y comenzó a recibir propuestas para ser llevado a la pantalla chica, por lo que -a diferencia de sus pares españoles- Rowling decidió terminar con el engaño tras su primer libro y dar la cara.

La serie ya cuenta con seis libros en inglés y cinco traducidos al español: El canto del cuco, El gusano de seda, El oficio de mal, Blanco letal y Sangre turbia. También cuenta con una serie televisiva de cuatro temporadas en las que Tom Burke y Holliday Grainger se ponen en la piel de Cormoran y Robin, respectivamente. En Argentina puede seguirse por HBO.

Serie Quirke, de Benjamin Black -Alfaguara negra-

Es, muy probablemente, el que mejor parado sale de este trío. Benjamin Black es el pseudónimo que eligió el prestigioso novelista irlandés John Banville para publicar sus novelas negras ambientadas en la Dublin de la década del 50 y protagonizadas por el médico forense Quirke.

A diferencia de muchos de sus colegas, Banville no desmerece el género con el que firma con pseudónimo y vuelca en él todos los recursos que lo convirtieron en uno de los escritores más respetados del panorama literario actual. En Quirke la prosa está cuidada, se evitan los lugares comunes y los vínculos entre los personajes están trabajados con profunidad y respeto. 

Esto solo es posible cuando un autor o autora se compromete con su trabajo -aunque vaya a firmar con pseudónimo-, algo que el propio autor ha destacado en numerosas entrevistas, en las que llegó a afirmar que “disfruta mucho más” y es “más feliz” cuando se pone en la piel de Black que cuando escribe cuando Banville.

Quién le genera tantos momentos de placer al irlandés es un médico forense de unos cuarenta años -aunque el tiempo va pasando entre libro y libro- con un carácter taciturno y algo melancólico, justificado en parte por una vida marcada por las desgracias: no conoció a sus padres, pasó su infancia en un orfanato donde sufrió abusos de parte de compañeros y tutores hasta que fue rescatado por un juez que lo adoptó. Años más tarde, tras lograr recibirse como médico, recibiría un nuevo golpe al morir su mujer tras dar a luz.

Inteligente, terco y aficionado al whisky, Quirke se lanzará a investigar los casos de muerte violenta que llegan a su mesa junto al detective Hackett, quien al igual que su hija Phoebe -cuya paternidad reconoció cuando ya era adulta- ocupará un rol importante en el desarrollo de la saga.

La serie, que ya lleva ocho títulos, le granjeó al escritor irlandés la posibilidad de sumar a sus múltiples premios como Banville (entre ellos, el Príncipe de Asturias, el Booker y el Franz Kafka) el RBA a la novela negra, en este caso como Black.

También en este caso existe una serie en la que Gabriel Byrne se destaca en su rol de Quirke -HBO-, al igual que la reconstrucción de época de las calles dublinesas.

Hasta aquí nuestra selección de libros escritos con pseudónimo. ¿Los conocían? ¿Se les viene a la memoria algún otro? ¡Les leemos!

Limay Ameztoy