Hace unas semanas, en un taller de escritores apareció un texto ajeno al grupo que nos puso a debatir. Era una cuasi novela con ribetes aparentemente autobiográficos de un fulano que se pasaba el día bebiendo pero que no lograba enhebrar empatías con casi ninguno de los allí presentes. Una escritora muy joven soltó una frase: “Algunos creen que emborrachándose por ahí puede emular a Bukowski”. (emborrachándose no era la palabra)

El mítico autor norteamericano recogió admiradores y detractores en el grupo pero lo más interesante fue que aparecieron otros textos, algunos olvidados, donde alcohol o drogas, o alcohol y drogas se conjugan pero para construir textos potentes, ásperos y revulsivos muchas veces, pero literatura pura.

Los norteamericanos parecen macerados en alcohol desde la cuna. Entre muchos, me conmueve, me hace gracia y me admira la prosa de John Fante. Pregúntale al polvo (1939) me parece una novela reveladora, y me parece que el más famosos Bukowski tomó del mismo vaso.

Sin duda que la fantástica maratón de Jack Kerouac, que en solo tres semanas (dice el mito) terminó En el camino (1957) bajo la supremacía de las anfetaminas y el cannabis con algunas gotas de whisky berreta. Ese delirio lo llevo a escribir en un larguísimo rollo de papel de 36 metros (y no era papel higiénico). Este prototipo de la generación beat cuenta su experiencia con un grupo de desorientados en un viaje de su país hasta México a finales de los años 40. Hay un film de Walter Salles que lo registra.

William Lee, es el alter ego de William Burroughs, y relata otro viaje extraviado por Tánger, Estados Unidos, México, o los meandros de su propia mente. El delirio de El almuerzo desnudo (1959) (también traducida como El festín desnudo) se debe a  las alucinaciones que le provocaban la mezcla de estupefacientes, desde la heroína a la marihuana.

Alguien recordó en esa juntada que hace pocos días estuvo en el país Irvine Welsh. Efectivamente yo había estado en una charla más bien desabrida en el Malba en el marco del Festival Internacional de Literatura. Quizás esperaba algún exabrupto del autor de Trainspotting (1993), novela que se hizo famosa por la película del mismo nombre. Como recordarán los que la vieron, es el retrato descarnado de unos jóvenes marginales de Edimburgo que ven en la heroína la única escapatoria a una realidad desesperada.

Alguien mencionó a James Fogle, a quien para ser sincero, desconocía. Es autor de la novela Drugstore cowboy, donde se relatan las andanzas de una banda de toxicómanos que viajan a lo largo y ancho del país atracando farmacias para cubrir su perentoria necesidad de droga. Esta novela fue llevada al cine por el gran Gus Van Sant, pero tampoco recuerdo esta película protagonizada por Matt Dillon y Kelly Lynch. Lo cuento para que algún lector que padezca de mi misma ignorancia, la busque.

Ya que estamos con excesos, no se puede evitar mencionar a Hunter S. Thompson.  Su libro más conocido y para mi gusto de difícil lectura es Miedo y Asco en Las Vegas: otro viaje emblemático donde se mezcla literatura, periodismo, LSD, mezcalina y cocaína. También hay una película por supuesto. Este libro, es en realidad, un testimonio de lo que el autor llamó “periodismo gonzo” y que bien podría considerarse no ficción.

Y en nuestro país, El que tiene sed, una novela bella y dolorosa de quizás el más grande escritor vivo, Abelardo Castillo, sería un excelente ejemplo de talento narrativo sin excusa alcohólica.

El tema no es la bebida sino el talento podríamos conjeturar y recordar a Edgar Allan Poe que sabía mucho de estos abismos: “Mis enemigos atribuyen la locura a la bebida, y no la bebida a la locura” dijo a modo de epitafio.

Nerio Tello
Periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.