Año 1919. La primera guerra mundial acaba de terminar, dejando tras de sí una Europa herida y empobrecida. Un exsoldado regresa a la Argentina de sus padres, más precisamente a Mar del Plata, donde lo esperan una gran fortuna y un matrimonio arreglado. Pero una vez aquí, los planes se complican, dando lugar a una atrapante historia de amor, intrigas, celos y hasta crímenes.
Casi cien años después de esos sucesos imaginarios estoy sentada en un café en uno de los barrios más antiguos de la ciudad -en las cercanías de la Estación de Trenes- charlando (más que entrevistando) con Marisa Potes, creadora de la historia en cuestión.
El motivo es la publicación de La soledad de los secretos –editorial Del Fondo-, libro en el que la prolífica autora marplatense -autora de títulos como El efecto elefante, Prisionero de la luna y Un caso de novela, entre otros- no solo pinta con llamativa precisión la sociedad marplatense de comienzos del siglo pasado sino que logra que sus personajes hablen, actúen y piensen como las personas que vivían en esa época.
“Fue lo que me propuse -relata durante nuestro encuentro-. Escribí tratando de pensar como las personas que vivían en Mar del Plata en 1919. Y en algunos casos, me costó mucho. Por ejemplo, con los matrimonios arreglados. No podía entender cómo una persona podía proponer algo así y la otra persona, aceptarlo”.
En ese punto de nuestra charla le cuento la historia de mi abuelo Emilio, quien llegó a la Argentina casi en la misma época que Eduardo, huyendo de la pobreza y la guerra que castigaban a Europa. En Mar del Plata lo esperaban un buen trabajo y un casamiento arreglado entre familias. Lo que no preveían ni Emilio ni su familia era que se enamoraría de otra mujer, lo que pondría en peligro todo el plan.
-Cuando leía el libro no podía dejar de pensar en su historia- le comento.
Y ella responde, con entusiasmo:
-¡No sabés la cantidad de gente que me escribió para contarme historias como esa! Está claro que en la Mar del Plata del siglo pasado ocurrían cosas aún más escandalosas, más enredadas y más tipo culebrón que las que reflejo en mi libro. La realidad supera a la ficción.
A continuación, el resto de la charla, en la que no quedó tópico sin tocar: desde la perspectiva de género que sobrevuela el libro hasta las características arquitectónicas de una ciudad que ya no existe, pasando por las costumbres de las diferentes clases sociales, sus prejuicios y sus prácticas discriminatorias.
-Contame cómo fue el proceso del libro. ¿Por qué elegiste la Mar del Plata de 1919/1920 para escribir la historia?
– Unos años antes yo había leído una novela viejísima que se llama Bajo el arrullo del mar, que transcurría en la sociedad marplatense de esa época. Ya entonces me había parecido un contexto riquísimo para desarrollar una historia. Pero el tiempo pasó, primero escribí una novela de guerreros (no romántica) que aún no está publicada y que tenía un protagonista masculino clásico, fuerte, divino y con mucho poder. Cuando terminé esa historia, quise que mi próximo protagonista masculino fuera distinto. Me lo imaginaba melancólico y caminando por un lugar frío, pero tenía solo esa imagen, me faltaba la historia. Hasta que un día estaba en la escuela tomando examen a mis alumnos de tercero –que se estaban portando muy bien, por lo que yo me aburría (risas)- y me entretuve leyendo el libro de los 75 años de La Capital, donde había una nota que hablaba sobre esa época. Entonces lo vi clarísimo: mi personaje iba a ser de esos años y su historia iba a transcurrir en Mar del Plata.
– Se nota que quisiste reflejar a la sociedad de esa época de la manera más fiel posible, lo que sin duda te llevó un trabajo de reconstrucción importante, dado que era una ciudad muy distinta a la de hoy. ¿Cómo fue ese trabajo?
– Arduo. Yo conocía algo de la época por mi trabajo como docente. Pero cuando me puse a escribir, me di cuenta de que me faltaban muchísimos datos: ¿los personajes podían hablar por teléfono? ¿Había agua en las casas? ¿Y automóviles? Para el contexto general me ayudaron mucho los libros de Barilli y algunos artículos periodísticos. Pero mi gran fuente de información fueron los diarios de la época, que pude leer en la Hemeroteca Municipal. Principalmente de los avisos saqué los detalles, que son mi obsesión.
-También hacés una reconstrucción muy puntillosa de las costumbres de la época. Los casamientos arreglados, por ejemplo, que hoy nos parecen algo impensble, en el libro aparecen como algo aceptado socialmente...
-Fue una de las cosas que más me costó. No entendía qué podía mover a una persona a ofrecer un casamiento arreglado y a la otra, aceptarlo. Eran prácticas que me hacían pensar en la realeza, con sus alianzas porque, si bien había un interés en hacer negocios, perfectamente se pueden hacer sin obligar a la gente a casarse. Tuve que hacer un gran esfuerzo para ponerme en la cabeza de esa gente.
-Reconstruís una ciudad de la que nos han hablado mucho nuestros abuelos y que hoy no existe.
-Tal cual, era otro mundo. Me divertí mucho descubriendo detalles de la época. La rutina de la clase social alta, por ejemplo, era muy intensa y costosa. Iban a la playa a la mañana, la servidumbre era la que iba al mediodía, porqué era el tiempo libre que tenían mientras los patrones almorzaban. Después tenían prácticas de baile o iban a jugar al tenis al Paseo General Paz. Luego venía el aperitivo en otro lugar, un pre-baile, después cenaban y a la noche algunos iban al casino y otros a un baile. Para cada actividad se cambiaban de ropa, por eso a veces cada familia ocupaba varios vagones del tren cuando venía a Mar del Plata.
-Describís todas esas costumbres con cierta ironía, llevando al extremo un estilo de vida en el que una parte de la sociedad tenía muchísimos privilegios y otra totalmente sometida.
-Cuando la releí pensé que el narrador era muy chusma (risas). Pero sí, es verdad, hay una tercera persona que toma partido y que describe la situación con espíritu crítico.
Por ejemplo, cuando hablo de las casas. En esa época se estaban construyendo cuatro o cinco casas enormes pero solo una familia la pudo sostener en el tiempo, el resto la terminó demoliendo. Es que eran ricos pero no podían mantener semejantes estructuras, requerían muchísimo personal y grandes inversiones, porque además estaban cerca del mar. La Villa Victoria y Villa Mitre están donde están porque esas familias, que eran de la alta aristocracia agropecuaria, querían diferenciarse de los nuevos ricos que se instalaban en la zona del Bristol o el centro. Entonces ellos hacen sus casas afuera, lejos, para diferenciarse.
-A través de los personajes femeninos describís la violencia de género de la época. ¿Fue intencional?
-Sí, de hecho para eso hice toda una investigación. Los derechos de las mujeres estaban vulnerados tanto en las clases sociales altas como en las bajas. Por un lado, describo las situaciones de abuso que sufrían las sirvientas (uso esa palabra porque las llamaban así) de parte de sus patrones. Y por el otro, reflejo el rol de las mujeres en las familias más adineradas. En los años de esta novela las mujeres estaban bajo la tutela del padre hasta los 22 años (en la primera década era hasta los 26) y después pasaban a la tutela del marido. Es decir, eran como niños, inimputables y sin derechos. Además, la presión social para casarse era muy grande. Había que ser valiente para ser “la tía Libertad” (N.deR: en alusión a uno de los personajes del libro).
-También mencionás a las personas con discapacidad o con problemas de salud mental como totalmente descartables, así como las personas de la diversidad sexual.
-Todo lo que se salía de determinado patrón no existía, se borraba o se negaba. Había áticos o cuartitos de atrás donde estaban el tío loco o la hija con discapacidad. No los tiraban por el barranco como los griegos, pero era algo parecido. Era una sociedad muy diferente a la actual que a veces se romantiza pero que tenía aspectos muy negativos.
@limayameztoy