Las vivencias particulares y la experiencia comunitaria de les individues travesti-trans y no binaries no se liga únicamente al mundo de la autobiografía o de la autoficción, sino que también abre la puerta para el desarrollo de todo un núcleo de pensamiento ligado directamente al cuerpo de los estudios queer.
En nuestro país es particularmente importante la figura de Marlene Wayar, activista travesti que ha puesto su empeño dar a conocer desde el arte y la filosofía las diversas realidades a las que se enfrenta la comunidad travesti-trans.
Autora de libros como Travesti, una teoría lo suficientemente buena – publicado por la editorial Muchas Nueces durante el 2018 – Wayar nos trae, de la mano de Paidós, una actualización de otra de sus obras: Furia Travesti. Diccionario de la T a la T.
Tomando como eje estructurante la forma del diccionario, pero despojándolo a su vez de todo sesgo normativo y de toda filiación con instituciones paleolíticas como la Real Academia Española, Furia Travesti nos muestra en primer plano la maleabilidad del lenguaje, las formas en que la palabra muta con su uso y contextualización, y los modos en que diferentes grupos pueden apropiarse de algunos términos para dotarlos de significados comunitarios particulares.
Desde Revista Leemos hemos tenido el privilegio de poder charlar con Marlene sobre su obra y sobre las principales características de su pensamiento.
¿Cómo surge Furia Travesti?
Furia Travesti surge a partir del interés de la editorial de Página 12, cuando Liliana Viola me propone participar en una colección que iba a juntar una serie de reediciones de textos existentes junto a dos que se pensaban como novedades, el mío y Tesis sobre una domesticación, de Camila Sosa Villada. A mí me gustó la idea, pero sentarme a escribir era un problema, porque lo que nos sucede a las travestis es que no solo somos pobres social, cultural, política y económicamente, sino también de tiempo.
Ahí había una complejidad puntual: las travestis no tenemos tiempo porque estamos sosteniendo nuestras vidas, nuestra cotidianidad, con trabajos hacia afuera, haciendo activismo. Y al mismo tiempo nos corren con una agenda que no es la propia, nos imponen temas, conversaciones, tenemos que responder a diferentes instituciones, a diferentes ataques que nos lanzan desde el pensamiento colonizador. Siempre estamos discutiendo cosas de una teoría que se pretende universal, pero que en realidad es de corriente europea. Y nosotras no somos europeas. Nosotras estamos en Latinoamérica, nuestros cuerpos están en el territorio del Tercer Mundo, y en ese Tercer Mundo somos lo más tercermundista que hay. Entonces nos falta tiempo, somos pobres de tiempo, escasea el lugar para la escritura en la época de las agendas impuestas.
¿Por qué decidiste que tome la forma de un diccionario?
La idea fue poder ir haciendo, respecto de diferentes puntos que me parecían importantes de aclarar, y en un marco de oralidad, una serie de “entradas” que surgieran desde la experiencia concreta. Conversamos con Liliana de la experiencia propia y de amigas, discutimos los significados y el contenido significante de cada punto tratado, expusimos las matrices patriarcales que han impregnado ciertos términos en el imaginario cotidiano. Nosotras, las travestis, vemos un mundo mucho más amplio. Si lo cultural es plástico, el mundo de las palabras es lo más plástico que hay, y siempre se necesita ajustar lo que estoy diciendo, porque no basta con decir “mamá”, sino que tengo que aclarar qué más significa, para mí y para mi comunidad, la palabra “mamá”. La decisión de que fuese un diccionario fue creciendo de este modo de hacer. Y fue una decisión sumamente lúcida, porque el diccionario invoca la manera travesti de enfrentar la vida, de enfrentar la propia mismidad, manera que tiene que ver con la invención. ¿Desde dónde partimos? Ustedes dicen “amor”, y eso no se traduce en “amor” para nosotras, entonces hay que explicar qué entendemos por “amor”, qué debería ser, y marcar así la esquizofrenia, la tremenda separación entre lo que se declama y lo que se hace. Y es tan osado, para nosotras, decir “quiero tetas”, “quiero tener el pelo largo”, “quiero ser una nena”, como decir, ahora, “acá, inventé otro diccionario, este es el diccionario travesti”. Es un corpus que desacraliza la idea misma de diccionario y a la Real Academia Española, que no terminan de entender que tanto la lingüística como la semiótica fueron herramientas del pasado, pero que en el presente y en su proyección al futuro tienen que adaptarse al compás de los tiempos de las diferentes comunidades, pueblos y naciones. Y esto tiene que ver con diferentes sentidos éticos, estéticos, filosóficos, artísticos. La RAE y sus herramientas no pueden decir “No, esto no se puede”. No son quienes para “encorsetar” al lenguaje. Hay que buscar formas de traducción, de aceptar lo que las personas, las comunidades, dicen y hacen con su propia lengua, a la par que construyen su propia realidad, con un sentido estético-filosófico particular.
¿Te parece que hay alguna función pedagógica en esta forma de exponer la teoría?
Sí, hay una función pedagógica en relación al diccionario que me parece acertada, porque posibilita una mayor claridad al momento de extenderme, y da síntesis a cada término tratado. Yo estoy permanentemente discutiendo en mi cabeza cómo hago para que, en un mundo acelerado por lo digital, por las imágenes, por los discursos dominantes, por la posverdad, la gente lea. Y para ello me pareció lo mejor que estas entradas remitieran a lo oral, a la praxis, que hablaran de experiencias reales, y que sea una lectura liviana, ágil, pero que a la vez genere intriga, y que haga que quieran leernos. A partir de la lectura se abren propuestas, se generan vínculos con otros discursos – incluso con los hegemónicos – se baja a tierra toda una serie de temas de vital importancia para la actualidad. Y a la vez se apunta a un público que ya está acostumbrado a la lectura, que viene de diferentes pertinencias académicas, que tiene otras herramientas, y se busca que el texto no le resulte demasiado básico. Hay que mantener una tensión para que el texto resulte atractivo para el mayor público posible. Le quiero hablar a mi comunidad, pero también quiero despertar la empatía, la inquietud, la problematización de las academias. Hay que salir del círculo endogámico de las academias y hay que impactar más en las personas.
Furia Travesti tuvo una primera edición con Página 12 hace ya unos años, que se agotó rápidamente. ¿Cómo fue el proceso de reedición del libro?
El proceso de reedición también se lo debo a Liliana Viola, porque fue ella quien me contó que el sello Paidós estaba interesado. Aunque la edición de Página 12 se agotó, entendemos que aquél era un universo muy pequeño, muy cercano, casi endogámico. Paidós trae entonces la posibilidad de que la comunidad travesti tenga un libro en una gran editorial, y ahí nos propusimos engordar el texto, enriquecerlo, corregirlo un poco, en miras de lograr un mayor impacto. Los arreglos fueron mínimos, pero hubo sobre todo algo que en Página 12 no nos dimos cuenta, que era que en uno de los términos en los que se incluía la palabra “cis” se hacía mención a una idea de Mauro Cabral como si fuera mía, según la cual había que bloquear la participación y el derecho a dialogo de los “cis”. Yo no concuerdo para nada con eso, ni con esa idea de “si no sos trans no podés opinar”. No es productivo ni nos deja crecer a ninguna de las partes. Entonces eso había que corregirlo.
¿Cómo te sentiste durante este proceso?
El proceso de corrección me hizo sentir bastante insegura. Hay un trabajo muy fino en la corrección, y nuestras producciones son, todavía, textos urgentes y desesperados. Desesperados por salir a la luz, por plantear nuevas miradas, por cambiar paradigmas. Cosas que son muy difíciles y que llevan un proceso. Entonces cuando escribo eso no me importa si tiene errores de carácter gramatical, o si no se introduce en el canon literario. Hay, sí, algo que me interesa mucho, que es la responsabilidad, ser honesta respecto de la escucha a mi propia comunidad, respecto de todo lo que he aprendido de mi comunidad. No quise interpretar a mis compañeras, sino buscar el equilibrio entre el propio pensamiento y el pensamiento colectivo, y trabajar de una manera en que la honestidad del texto no quede dañada.
¿Cuál considerás que es la importancia de la escritura – y del arte en general – para las subjetividades disidentes, en un contexto marcado por el resurgimiento de las ultraderechas y por la búsqueda de imponer una heterosexualidad obligatoria?
El arte y las diferentes propuestas artísticas se constituyen como una puerta que se nos abre para poder lograr un impacto. Camila Sosa Villada, por ejemplo, logra pasar de la nada misma a publicar un best-seller en diferentes idiomas, y esto antes era algo impensado. Eso no se puede lograr desde otro lado que no sea el arte. Pasa lo contrario con los trabajos académicos: la mayoría de ellos no llega a nada, no logra impactar en las personas, en la empatía, en las políticas públicas, en la acción política o económica. Si se quiere lograr un impacto hay que recurrir al arte, a la estética.
Paul Preciado es quizás una excepción. A mí particularmente no me atrae, no me siento interpelada por su discurso, pero sí veo y reconozco que hay algo en su manera de decir, de plantear, de performativizar, que hace que su nombre resuene en diferentes ámbitos. Quizás tenga que ver con la temática, la espectacularidad, el fetichismo incluso que pesa sobre las identidades travestis, trans y no binaries, hasta incluso con una moda que Preciado ha sabido utilizar.
El arte es fundamental porque nos corre de las exigencias y de la rueda de hámster en la que caemos les activistas y las organizaciones civiles que nacemos con una visión crítica, que quedamos encajonades y atados a una agenda ajena, en un sistema que busca cooptar el pensamiento crítico para que se amolde a los intereses, por ejemplo, legislativos, de inclusión y participación, que alcanza apenas a una pequeña parte del colectivo. Porque si bien hay una Ley de Identidad de Género, esta Ley no impacta en una gran parte de la población travesti-trans, sobre todo en quienes ejercen la prostitución. La gente sigue discriminando, las instituciones siguen discriminando. Nos movemos en un sistema que no administra justicia, ante instituciones que muchas veces no cumplen con la Ley y nos niegan hasta el DNI que tanto luchamos por obtener. Siempre hay alguna oficina que nos dice “no” y nos hace imposible el acceso a derechos puntuales. Y esto por cuestiones racistas, xenófobas, misóginas y transodiantes, que están en permanente ejercicio, y que actúan de una manera mucho más eficiente que lo legislativo, que la Ley misma.
La Ley muchas veces nos castiga, nos mete presas, mientras los medios de comunicación siguen son sus discursos odiantes, los movimientos religiosos fundamentalistas hacen lo mismo. Se piensa que por condenar un travesticidio se detienen otros cientos, y no es tan así, no es algo tan directo. Hay que tomar otras acciones. Y el arte y la performance arrojan luz sobre este tipo de situaciones.
¿Qué autores y autoras, tanto de ensayo como de ficción, han marcado tu línea de pensamiento?
En mi preadolescencia me marcó mucho José Mauro de Vasconcelos, con Mi planta de naranja lima. También El principito. De mis estudios posteriores rescato a Winnicot, a Freud – que reconozco su pobreza en varios campos, y su cobardía en otros, pero que es mucho lo que nos ha legado –, a Simone de Beauvoir, a Deleuze y Foucault. A estos últimos no puedo decir que las conozca de manera íntegra, siempre los he leído a destiempo, cuando podía, cuando tenía el dinero, pero me han marcado.
Tengo que rescatar acá el conocimiento oral de mi comunidad, y de otras comunidades del campo popular, que yo voy incorporando. Soy sumamente respetuosa de la oralitura (sic) , y entiendo el aplastamiento que la institución literaria ha hecho sobre la oralidad. Hemos perdido la capacidad de oralidad, y las comunidades más vulnerables y precarias son las que la sostienen viva, y yo me he ido alimentando de eso. De ahí se aprende, de la propia experiencia, de la experiencia comunitaria, que permiten otras síntesis y otros pensamientos.
¿Cuál te parece que es la relación entre la realidad travesti-trans y la literatura?
La relación entre la realidad travesti-trans y la literatura es una relación naciente, y estamos haciendo un esfuerzo enorme para que se fortalezca. Hay que entender que históricamente el paradigma de “la literatura” invisibiliza la tremenda oralitura de las travestis, su relación con la oralidad. Se cree que la oralidad travesti es efímera, y eso es lo que tenemos que enfrentar. Hay que analizar la relación entre lo oral y lo escrito, y poner esto en relación con la realidad travesti. Porque nosotras escribimos, y hay que analizar por ejemplo los grafittis de mis compañeras en los calabozos, en las viviendas comunitarias, en los lugares de trabajo y de ejercicio de la prostitución. Esos grafitis han pasado a otros textos tímidos, las cartas de amor o de amistad, las despedidas o reclamos familiares. Incluso hemos accedido, a veces, a lo digital, y hemos realizado allí ejercicios de escritura. Pero hay una realidad económica que históricamente nos impidió escribir para grandes editoriales, y en ese sentido hay mucho por explorar todavía. No hay que dejar de lado, igual, la autoedición y las editoriales independientes, que han dado un espacio a muchos de nuestros textos, y permiten que hoy sean rescatables.
Pero también hay que tener cuidado con las modas. Te llaman a una criatura de 19 años, que seguro es una persona interesante, pero que no sé si tiene trabajado su aspecto literario para que su historia esté cerrada y sea exhibida y vendida. El mundo editorial entró en un modelo industrial que muchas veces rompe con las relaciones entre editor y escritor, y a veces hay mucho de encasillarnos en lo que el sistema y el mercado quiere, y se nos expone aun cuando no estamos maduras para esa exposición, solo porque hay un público que compra esos libros. Necesitamos entonces personas de la propia comunidad que haga un trabajo a conciencia de edición junto con quienes escriben, que guíen, recorten, den sentido a la palabra, así como también den lugar a trabajos de compilación de obras iniciáticas. Porque a veces una sola travesti no tiene el cuerpo para un libro entero, pero sí se pueden juntar varias, darles un espacio, y así darle también un resarcimiento económico para que puedan trabajar, leer, estudiar, dialogar entre nosotras como comunidad. Y de ahí ir transformando nuestra escritura, e ir cerrando cuál es nuestra forma particular de comunicarnos.
*Matías Pardini es librero, estudiante de Letras en la UNMdP. Escribe reseñas y artículos para varias revistas literarias especializadas.
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