Cuando leemos cualquier noticia en los diarios o los portales en internet, vemos los noticieros en la televisión o escuchamos unos segundos del informativo de la radio, seguramente viene a la cabeza de cualquier ciudadano o ciudadana de a pie el tema que debe ser el más debatido en los últimos tiempos de nuestro país: el rol de los medios de comunicación en la sociedad y la credibilidad del periodismo de acuerdo a su posicionamiento.
Tanto si veíamos el programa televisivo 678 como un aliado ideológico o como un acérrimo enemigo para el conjunto social, o si nos posicionamos frente al diario Clarín como un amigo que nos cuenta la “verdad de la milanesa” o como un conglomerado de medios que utiliza su poder hegemónico concentrado como instrumento de presión sobre el estado, las política y las corporaciones y cuyos intereses, muchas veces, se corresponden con las potencias internacionales que nos sumergen en el subdesarrollo eternamente; en cualquiera de los bandos disponibles, decía, estamos siendo parte de ese constructo que es la comunicación masiva. Pero, ¿entendemos realmente que la noticia –como la mínima expresión de esa comunicación- es una construcción?
Umberto Eco es autor de textos que son material de lectura obligada en escuelas y facultades de comunicación de todo el mundo
En los portales de noticias de la ciudad que permiten comentarios de los usuarios, en muchas ocasiones se puede leer mensajes que cuestionan la “objetividad” –en el sentido ortodoxo/tradicional del término- del medio en cuestión, especialmente en aquellas columnas que son declaradamente de opinión, una situación que resulta, a la vez, simpática y preocupante para quienes nos dedicamos a la comunicación.
En este margen gris entre la concepción de la noticia como hecho que puede ser contado de manera “objetiva” o como construcción social que, por su naturaleza, debe indefectiblemente atenerse a una serie de factores e intereses esencialmente humanos y, por tanto, subjetivos, se erige la novela de Umberto Eco, Número cero.
En este nuevo título, el destacado filósofo, semiólogo, periodista y escritor italiano que es, además, autor de textos que son material de lectura obligada en escuelas y facultades de comunicación de todo el mundo, aborda una circunstancia atípica y exagerada para los medios que revela, en muchos sentidos, el trasfondo de la praxis de la comunicación.
Una mirada sobre el rol del periodismo frente a “los hechos”
La historia transcurre en 1992, cuando el periodista Colonna es convocado para desempeñarse como editor de un periódico que tendrá la particularidad de no publicarse y, en cambio, servirá como elemento de presión sobre las altas esferas del poder político, económico y judicial del país. A la vez, y para salvaguardar su pellejo y contar él mismo con una herramienta de presión, el propio director de este diario contratará a Colonna para escribir -en su nombre- un libro sobre la experiencia de desarrollar este medio de comunicación.
A partir de allí, el autor propone, desde la ficción, una mirada sobre el rol del periodismo frente a “los hechos”, la valoración de las noticias como tales, y una minuciosa reflexión acerca de la selección, edición y jerarquización de la información que el medio debe realizar indefectiblemente y que se encuentra signada, ya sea por cuestiones prácticas como la disponibilidad de espacio físico en el diario, por las determinaciones de agenda que trazan los medios masivos (qué es noticia y cuándo lo es), así como por los intereses que se ponen en juego al hablar de tal o cual tema, a quién beneficia o a quién damnifica, el modo en que se aborda, etc.
La objetividad en el periodismo es un concepto equiparable a la perfección en el ser humano: inalcanzable y discutible.
De esta manera, Eco propone un análisis de los elementos básicos del periodismo, ya no desde el lugar común de evaluar la credibilidad de las fuentes y no difundirlas, sino en un profundo ejercicio de reflexión sobre el trabajo que debe afrontar el periodista cuando se encuentra frente a un hecho que puede ser considerado noticia, sujetos a su vez a todo un sistema de ideas propias o ajenas que condicionan su labor y que operan incluso inconscientemente, como ya se ha demostrado en innumerables publicaciones y estudios sobre la práctica periodística y, que hacen de la objetividad –como reclaman muchos usuarios y se ufanan muchos medios – algo definitivamente impracticable. La objetividad en el periodismo, en tanto que cualidad de valorar la verdad y realidad independientemente del sujeto, es un concepto equiparable a la perfección en el ser humano: inalcanzable y discutible.
Así, en esta novela el autor desliza una mirada perspicaz y en un tono que roza lo humorístico sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en cuanto a la construcción de una visión de mundo, y la injerencia del abordaje de la noticia sobre la percepción social respecto de un hecho o un personaje, y sentencia: “Los diarios le enseñan a la gente sobre cómo debe pensar”.
Una serie de personajes exquisitamente definidos
Por todo esto, Número Cero es una novela ineludible para aquellas personas que se interesan por el rol de los medios masivos de comunicación. Pero, por supuesto, todo este planteo se encuentra en un contexto de ficción en el que el autor revela la ciudad de Milán que es escenario de luchas intestinas e intrigas que atraviesan la historia -con especial hincapié en el momento más caro para los italianos: el régimen de Benito Mussolini y su final-; además de plantear a las y los lectores una historia de amor entrañable y una serie de personajes exquisitamente definidos en los que hasta los más secundarios podrían ser próximos protagonistas, ya que muchas dimensiones quedan sin explorar en rigor de la historia que se cuenta.
En la contratapa del libro, la editorial Lumen pone una cita de Roberto Saviano: “Umberto Eco ha escrito una novela que es el manual de comunicación de nuestro tiempo”. Sin lugar a dudas, Número Cero es un interesante material de análisis para las y los comunicadores, una oportunidad de dimensionar el abordaje –consciente e inconsciente- que requiere la construcción de la noticia y el contexto en el que sucede nuestro trabajo, desde una situación exagerada y cuasi-desopilante.
Pero, esencialmente, es una forma amena y movilizadora para las personas que son “consumidoras” de esas noticias, una guía –de tantas que puedan existir- para ejercitar el reconocimiento de quién habla detrás de la noticia, desde qué posicionamiento ideológico habla (como bien explicó Eliseo Verón en La Semiosis Social, es inevitable que exista uno, aun cuando el propio hablante lo ignore) y qué está diciendo, más allá de lo estrictamente literal.
@trianakossmann
PD: para una breve pero interesante y discutible propuesta sobre la objetividad en la práctica periodística, puede verse, por ejemplo, la ponencia de Carlos Ernesto Espeche, titulada Periodismo objetivo o subjetivo, una falsa dicotomía. Disponible en http://www.perio.unlp.edu.ar/congresos/sites/perio.unlp.edu.ar.congresos/files/mesa_2-espeche_final.pdf