Cuando en junio de 2013 el entonces periodista y productor televisivo Luciano Olivera se sentó a escribir una carta dirigida a su padre, fallecido años antes, pidiéndole que lo acompañara en el difícil proceso de ver descender al club de sus amores, Independiente, no imaginó que ese gesto, catártico si se quiere, implicaría un cambio importante en su carrera.

“Aspirinas y Caramelos” en la edición de Tusquets

Y es que aquel relato -que al no tener destinatario terrenal fue subido a un blog, cual carta lanzada dentro de una botella al mar cibernético- se viralizaría, llegaría a manos de Juan Pablo Varski -que se quebraría al leerlo al radio- y le daría a Olivera el impulso necesario para seguir escribiendo relatos autobiográficos que poco después serían publicados en forma de libro, bajo el título Aspirinas y Caramelos.

Cinco años después de aquella noche de inspiración mezclada con melancolía, Olivera encara la publicación de su segundo libro autobiográfico, es considerado un referente indiscutido de la denominada literatura del yo en la Argentina y coordina talleres literarios en los que intenta de transmitir a los participantes lo que para él es una convicción: que no es necesario tener una vida extraordinaria para escribir una buena historia, sino mucha pasión para contarla.

Días antes de viajar a Mar del Plata para realizar dos actividades ligadas con ese perfil profesional que se le abrió en 2013 -la presentación de su libro Largavistas –editorial Tusquets- y el dictado del taller Todos tenemos una vida que contar (Más información sobre ambas actividades en este enlace), Luciano habló sobre este y otros temas relacionados con la “literatura del yo” en este diálogo a distancia con Revista Leemos:

-“Todos tenemos una vida que contar” es el nombre del taller que vas a dar en Mar del Plata. Y sin embargo, la mayoría de las personas diría que no, que en su vida no pasó nada interesante como para ser contado. ¿Qué es lo que convierte a un episodio, una emoción, un pensamiento, en algo contable desde el punto de vista literario?

-Yo soy un convencido de que no hay que tener una vida extraordinaria sino mucha pasión para contarla. Puede ser en primera persona, como hace Karl Ove Knausgard, o en tercera persona, como en Stoner. Y pongo estos dos ejemplos porque en ambas obras, lo único que sucede, es la narración de una vida y sus pliegues, líos, alegrías, mezquindades… ¿Qué las hace atractivas? La pasión con las que están narradas, el ritmo del texto, la cadencia. Escribir algo que atrape no es muy diferente a contar una anécdota. Todos sabemos que hay anécdotas de nuestras vidas que contamos mejor y otras que no tanto. Ahí hay una buena pista: una anécdota bien relatada está muy cerca de ser un cuento, o quizás una novela. Es nuestra, es chiquita, nos pasó a nosotros, pero sin embargo hay otros dispuestos a escucharla.

-Cuando hablás de Aspirinas y caramelos solés aludir a la empatía que genera entre los hombres y mujeres de tu misma generación, que se ven identificados en esa niñez, como decís vos, transcurrida entre galletitas, helados y programas infantiles como Meteoro y la Mujer Maravilla. Sin embargo, no solamente te lee gente de tu edad sino también de otras generaciones que crecieron en otros contextos y que, sin embargo, logran identificarse con determinadas situaciones, relaciones o momentos. ¿Ahí estaría la clave de la literatura del yo? ¿La universalidad de ciertos sentimientos, más allá de las épocas o los contextos culturales?

Meteoro, personaje infanti popular durante la década del ’70, es recordado por Olivera en sus relatos

-Sí, creo que “la literatura del yo” tiene algunas claves y una es esa, que atraviesa generaciones. Es muy probable que un chico de hoy no sepa de qué hablo cuando hablo de Meteoro, entonces tengo que hacer un esfuerzo por contarle como era aquel rito de encender la tele y esperar que se calentaran las válvulas rogando que lleguen a tiempo para no perderme la apertura. O sea, ellos no lo vivieron y ahí está buena parte de la magia, del descubrimiento de un mundo desconocido. Y para los que sí lo vivieron, es lindo recordarlo, poder decir “mirá, esto mismo hacía yo”. Cuando me pasa eso leyendo un libro, cuando me siento como el protagonista, lo disfruto mucho.

-En lo que hace a este estilo de literatura se habla mucho de la importancia de la honestidad. Se asume que el relato parte de una subjetividad que se reivindica, entre otras cuestiones, por el valor que implica que una persona se desnude, simbólicamente, frente a sus lectores y lectoras.  Volviendo al título del taller, ¿el desafío pasaría, entonces, no tanto por tener algo contable en nuestras vidas sino por tener el coraje de transmitirlo?

-Estamos en una época de mucha exposición. Contamos en Facebook, en Instagram o en Twitter casi todo lo que hacemos. Nos filmamos, subimos nuestras fotos, mandamos audios. Antes un álbum era algo que se veía en familia o con los amigos más íntimos, hoy está expuesto a la viralidad, a que lo vea cualquiera. La literatura no es ajena a eso y sí, la literatura del yo exige que estemos dispuestos a desnudarnos. Es el precio que tenemos que pagar para contar una vida, o al menos una parte de ella. A mí me parece saludable, me gusta que se corran los velos, que haya menos oscuridad y menos cosas que ocultar. Claro que tiene riesgos, pero eso ya corre por cuenta de cada uno.

“Largavistas”, segundo texto de Olivera que se inscribe en la “literatura del yo”

-En Aspirinas y Caramelos trabajás mucho en torno a la figura de tu padre y en Largavistas más sobre tu madre y el resto de las figuras femeninas de tu familia. ¿Fue producto de una necesidad de compensación personal, vos siendo justo con tu propia historia, o simplemente utilizaste aquella parte de tus memorias que todavía no habías usado como combustible para tus textos?

Aspirinas y Caramelos es, sin haberlo buscado, una especie de homenaje al padre, pero  muy anclado en el momento de su pérdida. En el libro se respira que ese tipo se va a morir, o que se murió y eso le dio un tono especial, el de la “tragedia” de la muerte temprana. Apenas lo terminé me pregunté “¿y cómo éramos antes de que papá empezara a morirse?”. Ahí fue que apareció este mundo de Largavistas, que si querés es más normal, más de familia tipo, papá, mamá, dos hermanos, todos en unas largas vacaciones frente al río. Entonces, todas las figuras cobran otro valor, yo no es sólo el padre en el pedestal, en Largavistas todos valemos relativamente lo mismo y tenemos nuestro peso. Lo que me faltaba contar era eso, la normalidad. Y la encontré muy atractiva.

-Tu primer libro tiene mucho de cultura futbolística y no casualmente hablás mucho de tu relación con tu papá. Largavistas tiene más presencia femenina. ¿Qué pasa con los públicos? Años atrás podría tender a creerse que un libro tendrá más lectores masculinos y el otro femeninos, pero estamos en una época en la que esos encasillamientos están bajo cuestión. ¿Vos cómo lo vivís? ¿Qué devolución tenés de tus lectores y lectoras?

Aspirinas y Caramelos tiene muchísimo público masculino pero también mucho femenino. Porque, en definitiva, es la historia de un nene al que se le muere el padre, entonces yo creo que eso está más allá del fútbol. Por suerte, no encontré resistencias en ese sentido. Sí puede pasar que algunos guiños solo se entiendan si sos del Rojo, pero si no, no pasa nada, es como cuando en un libro de un inglés te hablan de una calle de Londres que no conocés, pero te la podés imaginar. Y creo que Largavistas es un poco más femenino aún. Siempre que leo algo de ese libro imagino que quien lo está leyendo es una mujer. No sabría decirte bien por qué, pero es lo que me pasa y me gusta mucho. De todos modos, es cierto que vivimos en una época en la que las lecturas de género están muy relativizadas. Bienvenido sea.

Boneco, el perro de Independiente

-El relato Aspirinas… surgió en una época de crisis para Independiente, no solo por el descenso a la B sino por todo lo que eso implicaba para un equipo con la historia y los títulos que había sabido cosechar el Rojo. La época actual es prácticamente la opuesta: Independiente  no solo volvió a la primera categoría sino que otra vez está peleando por una copa internacional  y tiene un director técnico que está trabajando en devolverle al equipo esa mística que tenía en los setenta. ¿Cómo vivís este momento?

-Yo siempre digo que mi texto más lindo se llama Vientos del Maracaná y es un diario de viaje de lo que viví en Río de Janeiro hace menos de un año, cuando ganamos la Copa Sudamericana. Aspirinas y Caramelos surgió en medio de un momento atípico, lo que nos pasaba era raro. Como vos decís, lo lógico para nosotros es esto. Este momento lo vivo contento de poder volver a sentir en la cancha lo que sentía cuando era chico, en esas noches de Copa Libertadores a las que me llevaba mi viejo, como una que está contada en Largavistas, cuando vi por primera vez a Boneco, el perro que era la mascota del equipo. Hoy veo a los padres con los nenes en las tribunas y me saca una sonrisa, me alegra que puedan mostrarle a sus hijos lo lindo que es ser hincha de un club con tanta gloria.

@limayameztoy