Roberto Arlt contó una vez que cuando “se preparaba” para ser escritor le gustaba revisar el diccionario y anotar palabras difíciles, raras o infrecuentes con el propósito de usarlas luego en su prosa. Su idea, en esos comienzos, era que escribir bien era escribir difícil. Eso se nota en algunos de sus textos, por suerte su potencia creadora supera con creces ese pretendido cultismo acuñado a costa de palabras arduas (palabra que le gustaba, por cierto, mucho a Borges)
Cierta vez una amiga poeta anotaba palabras de un texto que le había pasado. Le pregunté por qué lo hacía. Y me dijo que cuando encontraba palabras que ella no usaba, o encontraba usos diferentes para palabras que ella sí usaba, le gustaba anotarlas, para recordarlas y alguna vez, si cabe, apelar a ellas.
Hace unos días volví por tercera vez (no sé si conté que suelo leer varias veces el mismo libro o el mismo cuento, a veces con diferencias de años) Memorias de Adriano de la inigualable Marguerite Yourcenar. Adentro encontré un señalador con palabras anotadas, hace, digamos, 20 años. Encuentro una decena de ellas como: prognosis, tanatoico, hagiofobia, palimpsesto y otras. Me doy cuenta que nunca las usé, pero recuerdo haberlas rastreado en el diccionario, y en algún casos rastreé su etimología. Todas me parecen fuera de mi léxico, sin embargo, en ese texto suenan maravillosas; o quizás sea la traducción de Julio Cortázar, que puso su propia música a ese texto melodioso.
*Nerio Tello es periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.