Cuando éramos niños nos gustaba un juego de palabras que permitía intercalar sílabas (por ejemplo “pa”) entre medio de una palabra en forma reiterada, lo que generaba una variante lúdica del habla. Llamada jerigonza o jeringonza dio nombre a este juego, que siempre tenía un sentido. (Lapa rapa mapa tiepe nepe unpu lopo ropo; o sea: la rama tiene un loro).
En cambio, el británico Lewis Carroll (1832-1898), en Alicia a través del espejo (1871), incluye el poema “Jabberwocky” considerado como uno de los mejores poemas sin sentido escritos en inglés (llamados genéricamente “nonsense”).
Carroll a través de Humpty Dumpty da varias de las definiciones de algunas de las palabras de la primera estrofa del famoso poema (Asardecía y las pegájiles tovas / giraban y scopaban en las humeturas). Con el tiempo, algunas palabras inventadas en este poema (como chortled, galumphing y frabjous) se incorporaron al idioma inglés. La misma palabra Jabberwocky es utilizada en inglés para referirse al lenguaje sin sentido.
Como sabemos uno de los más celebres autores, es el también inglés Edward Lear (1812-1888) cuyo lenguaje sin sentido llamó “limericks”. Son poesías humorísticas breves, de cinco líneas, en las que las dos primeras y la última riman. No son palabras sino poemas sin sentido: “Había una vieja persona de Buda / cuya conducta era cada vez más ruda / Hasta que a martillazos / acallaron sus gritos / aplastando a este hombre de Buda.”
El “glíglico” es el delirante lenguaje creado por Julio Cortázar (1914-1984) y que dio a conocer en el capítulo 68 de Rayuela, cuyo capítulo 68. Se trata de un texto erótico no carente de sentido: “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes”, etc. etc. El glíglico respeta la sintaxis y morfología del español, usa palabras de la lengua y otras inventadas pero reconocibles como sustantivos o verbos.
El poeta Oliverio Girondo (1891-1967) también gustaba de inventar palabras que llevo a su máxima expresión en su libro En la masmédula, palabra que él mismo inventó (“…en las exquisitísicas respuestas / en los enlunamientos / en lo erecto por los excesos lesos del erofrote etcétera.”
Como se ve, estas palabras inventadas necesitaron de una palabra que definiera ese lenguaje y como era lógico generó una serie de términos que hablan de lo mismo, o casi. El mexicano Alfonso Reyes (1889-1959) acuñó “jitanjáfora” que en su función poética destaca los valores fónicos, que pueden cobrar sentido en relación con el texto en su conjunto. Reyes admite que tomó el término del poeta cubano Mariano Brull (1891-1956), que juega con los sonidos e inventa palabras sin significado. ¿Cómo funciona? Así: “Filiflama alabe cundre / ala olalúnea alífera / alveolea jitanjáfora… etc”
¡Haspa tapa lapa propa xipa mapa nopo tapa!
*Nerio Tello es periodista, escritor, editor y docente universitario. Autor del blog Letra Creativa.