Mi primer libro de Cesar Aira fue El santo (2015). Dicho de otra manera, hace relativamente poco que me metí en su mundo. Lo que nunca pensé fue que generaría en mí esa actitud de pertenencia a su literatura. Inmediatamente, luego de El santo, vinieron otros pero ahora me detendré en aquel primero. Aunque en realidad, hablar de uno es hablar de toda su literatura.

La contratapa del libro nos dice sobre la historia lo siguiente: “Durante la Edad Media, en una población de la costa catalana, vive un anciano monje que ha consagrado los últimos cuarenta años de su vida al ejercicio escrupuloso de su vocación, percibiendo el mundo siempre desde la oración y la distancia. Tras obrar unos cuantos milagros, nuestro monje se gana el reconocimiento y la devoción de todos los feligreses del mundo cristiano. Pero al intuir que se acerca el final de su vida, decide retirarse y terminar sus días en su Italia natal. El abad y las autoridades, ante el miedo a perder la principal fuente de ingresos de la región, encargan su asesinato para conservar el cuerpo como sagrada reliquia. El azar o la Providencia conceden al viejo la oportunidad de escapar de este funesto destino, y se embarca hacia parajes exóticos en una odisea llena de peligros y aventuras. Así da comienzo el zigzagueante viaje de nuestro héroe hacia el corazón de África

Lo que no dice es la mejor parte. Ya que debajo del agua queda esa experiencia de involucrarte en el mundo Aira. Es cómo lograr convencerte en 140 páginas de que ese mundo existe y cómo  vos,  lector, te encontrarás, al decir de  Barthes, levantando la cabeza luego de una frase que te comunica íntimamente con el autor, con el protagonista, con el texto y con vos mismo.

El santo es una novela breve (todos sus textos lo son) donde logra una increíble combinación entre el proceso de lectura y la fascinación por la historia. Sus frases cortas, musicales y visuales, logran que te relaciones inmediatamente con el texto. Por otro lado, la historia es toda una experiencia. Una interpelación constante donde se conjuga lo cotidiano con la filosofía, la teología y la política. (Si no es que hablamos de lo mismo)

Aira es un excelente prosista. Su mito lo trasciende hoy. No muchos saben cuántos libros lleva editados y otros aseguran que saca uno cada seis meses. Él ha dicho que sólo escribe una página por día y otros agregan que tiene la facilidad de combinar lo teórico y  el ensayo con situaciones cotidianas.  La verdad es que yo no sé si es mito o realidad. Tampoco sé si importa. Lo que sí sé, es que Aira todo el tiempo nos dice que nuestra idea de literatura no tiene por qué ser limitada. Por el contrario, tiene y debe ser más ambiciosa en contenido que en recipiente. Es decir, que nuestra idea de literatura parta y sea una experiencia gozosa, donde cada texto tiene lo que tiene que decir y nosotros disfrutarlo. Sonrientes, llorando, angustiados o pensando.  Aira ve el mundo desde muchos mundos y eso es motivo de conquista.

En un texto cada uno encuentra lo que quiere encontrar. Así en él hay multiplicad de lecturas y de interpretaciones.  Y Aira tiene la facilidad de mostrarte miles de experiencias donde la realidad  es derrumbada y deconstruida desde  y por su literatura. El santo es sólo una. Puedo mencionar también Cumpleaños, El náufrago o La invención del tren fantasma, entre tantas.

Aira está presente y  comparte así su literatura con nosotros,  lectores. Sí, lectores. Porque como él dijo alguna vez, hay escritores que tienen lectores y otros que tienen público, que es algo muy distinto. Y él  cuenta con sus fieles que conforman  el primer grupo.

Acérquense al Aira  que busca lectores entonces. Al Aira del estilo breve pero contundente en su forma de estar en la literatura.

 

Bernabé Tolosa

@bernabetolosa