Nineteen Eighty-Four, una novela política de ficción distópica, es conocida en la lengua castellana como 1984. Publicada en 1949, plantea una idea del “futuro” que hoy es, paradójicamente, pasado. George Orwell (1903-1950) introdujo los conceptos como el omnipresente Gran Hermano (mucho antes del reality televisivo) y de Hermano Mayor, personeros de una ubicua policía del Pensamiento y de la Neolengua. Esta lengua que idea Orwell transforma las palabras con fines represivos. Quien no forma parte de la lengua, no puede ser pensado. (¿Podríamos hacer alguna alegoría sobre los actuales analfabetos digitales?)
La novela se interpreta como un paradigma de la sociedad de la información y de la vigilancia masiva y, desde ya, de la represión política y social. Tanto que el término orwelliano se aplica hoy a organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras.
Las novelas actuales no solo tienden a ser cortas sino también laxas; no obligan a pensar, se leen de un tirón, hablan de problemáticas cotidianas y sobre todo reproducen experiencias del autor.
¿Se puede leer a Orwell en el presente?
Antes de Orwell, Aldous Huxley (1894-1963) publicó Un mundo feliz (1932); un tiempo después, Ray Bradbury (1920-2012) daría a conocer su hoy icónica Fahrenheit 451 (1953), tres obras calificadas, años más tarde, como ciencia ficción distópica.
1984 se puede leer porque plantea muchas curiosidades para el lector actual. Predice la aparición de televisores y dispositivos electrónicos capaces de espiar y controlar la vida humana. Suma otro atractivo la crítica social hacia un sistema que coarta las libertades individuales.
Construida casi como una novela policial, la trama es seductora y obliga a seguir leyendo. Y el lector se identifica con el drama personal del personaje Winston Smith, quien ha perdido parte de su identidad en esa sociedad controladora.
Sencilla en su lengua, tiene una gran complejidad narrativa, pero siempre prevalece como un texto “refrescante” que puede ser leído por cualquiera. No menos importante son las alusiones a la guerra, los bombardeos y las desapariciones de personas que acercan al lector a un inquietante imaginario actual. Más allá de esto, la obra permite, como todo clásico, múltiples lecturas como si se reinventara en cada lector.