El libro escrito por Matías Moscardi y Andrés Gallina, Diccionario de Separación. De amor a zombie, editado por Eterna Cadencia ya se consigue en las librerías de nuestra ciudad.
La propuesta gira en torno a lo que los autores definen como el ‘sujeto posamoroso’ y al que describen como “el antihéroe de la novela de separación. Pensamos comportamientos, modos de la sensibilidad, problemas a sortear y escenas arquetípicas que definieran esta subjetividad que irrumpe cuando nos separamos”.
Así, a través de un formato de diccionario -con entradas por orden alfabético y basado en conceptos impensados-, los autores abordan los diferentes modos de encarar una separación, utilizando metáforas y construyendo nociones en clave de lo que puede denominarse “anti-ayuda”.
“El sujeto posamoroso intenta constituirse en el cruce de todas las variantes de personas y situaciones posibles e imaginables cuando nos llega la hora oscura de la separación: ¿qué le sucede a cualquiera que se separa? ¿Qué siente? Algo de esa generalidad afectiva, de esa comunidad o de esa igualdad, intentamos rodear con esta figura”, explican Matías y Andrés.
¿Por qué un diccionario? ¿Cómo surgió la idea?
Matías: La idea del diccionario fue tardía. Venimos escribiendo el libro hace diez años. Al comienzo, era un manual paródico y demencial sobre cómo sobrevivir al fracaso de pareja. Después, con el tiempo, esa estructura nos empezó a hacer ruido: alguien desesperado, como nosotros, no podría someterse al tiempo de lectura lineal, consecutivo, de un manual. Ahí apareció la idea del formato, basada en muchos otros de la tradición como Diccionario del diablo, de Ambroise Bierce, Diccionario de lugares comunes, de Flaubert, Exonario, de Jorge Mux.
Andrés: Una vez que encontramos el formato empezó la búsqueda de un tono: queríamos conjugar cierta rigurosidad teórica de análisis, fuentes y bibliografía con un registro ensayístico atravesado por la literatura y la poesía, el cine, la música de todo tipo. Queríamos buscar un tono que fuera ya no el tono neutro, de los libros de psicología, sino un tono más bien novelesco, exagerado, humorístico, y a la vez exigente, penetrante en cuanto a la complejidad del problema o del objeto. En eso, empezó a aparecer la mezcla: la posibilidad de procesar y remixear todo en clave de separación amorosa.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Matías: Al principio fue muy lento porque vivimos en ciudades distintas. Después, con la aparición de algunas plataformas eso cambió. Trabajamos en un archivo de Word en Dropbox que podíamos manipular los dos al mismo tiempo. Escribimos ahí. Nos dejábamos muchos comentarios cada vez que uno de los dos subía una entrada. A lo largo del día, nos mandábamos audios por WhatsApp. Parece un detalle, pero también procesamos mucho por ese medio.
Andrés: Algo del modo en que el otro leía por audio las entradas iba también armando el ritmo, la tonalidad. En un momento, comenzamos a escribir una entrada por día. A la noche, cada uno tenía el audio del otro con la entrada. Algunas quedaban, otras morían. Hubo épocas en donde agarramos ritmo y escribimos un montón. Otras épocas donde no escribíamos nada o escribíamos muy poco, a un ritmo lento. La única constante fue el deseo de llegar hasta el final, aunque tardáramos diez años. Y así fue. Cerramos el libro en Miramar, el verano pasado, en vivo y en directo, cara a cara.
¿Cuáles son las entradas que más los identifican a cada uno, o alguna que les divierta especialmente?
Andrés: Dentro del universo del amor y las redes sociales, por ejemplo, me gusta especialmente Facebook. Yo tuve Facebook y me fui, pero lo difícil es que el sistema no te borra del todo: si volvés a poner tu contraseña, ya estás de vuelta ahí. Es una trampa, así es fácil tener recaídas. Y un poco eso pasa con la entrada del libro, donde la red es un cementerio por el cual el Ex sigue caminando, trasnochado.
Matías: Hay una entrada que me causa mucha risa: se llama “Wally, Síndrome de”. Ahí se lee que, después de una separación, cuando vamos a lugares concurridos, como un recital o una marcha, tenemos la sensación paranoica de reconocer, de pronto, a nuestros Ex recortados en la multitud, como el personaje de ¿Dónde está Wally? De hecho, siempre nos parece que están hasta vestidos de la misma manera, como si perduraran en la memoria con un vestuario único e invariable. No sé si le pasa a todo el mundo pero a mí me pasó mil veces.
¿Cuánto de todo lo plasmado proviene de experiencias personales o cercanas a ustedes?
Matías y Andrés: Casi todo, de la A a la Z. Sin embargo, no nos interesó que estas experiencias o vivencias personales aparezcan bajo la forma de lo autobiográfico, por supuesto. Porque lo que pretendíamos era trabajar una serie de figuras de lo común, de lo igualitario. George Didi-Huberman escribió que no debemos dejar que los lugares comunes debiliten –o incluso destruyan– las figuras de lo común: la separación es una experiencia por la que seguramente han pasado muchas personas. El amor mismo es un tema trillado y a la vez común a todos. Por eso, nosotros no quisimos escribir nuestra experiencia individual como sujetos, sino escribir una ficción común, y esto implica incorporar marcadamente aspectos culturales y tener en cuenta factores que tienen que ver ya no con la individualidad sino con otros planos y órdenes distintos, mucho más amplios, que comprometen lo afectivo y lo emocional siempre en diálogo con lo colectivo y lo social.
Imagino que debieron llevar a cabo algún proceso personal para lograr esa especie de extrañamiento y poder compartir tantas consideraciones desopilantes sobre sus propias experiencias…
Matías y Andrés: Desde que empezamos con el libro hasta hoy las cosas cambiaron mucho en términos políticos. En este sentido, tenemos la sensación de que corren épocas de separación en general, no sólo en términos vinculares íntimos, de pareja, sino en términos socioculturales amplios. Eso que nosotros llamamos la “Era Posamorosa” parece más abarcativo que la situación concreta de separación, de ruptura: como si estuviéramos viviendo, ahora, en la actualidad, duelos constantes, pérdidas constantes, separaciones, así, en plural, en distintos órdenes. Y este fue uno de los procesos: conectar lo afectivo con lo cultural, con lo político, con lo económico, con lo tecnológico; salir de lo subjetivo individual y pasar a las formaciones colectivas.
Este libro puede ser catalogado como “bienestar personal” o “autoayuda” por el tipo de contenido que aborda… ¿cómo se llevan con eso? ¿Qué relación tienen ustedes como lectores con estos géneros?
Andrés: Creo que los géneros no son formatos prefabricados sino que se constituyen en un diálogo activo con el lector, en un pacto. No hay géneros puros, absolutos: uno puede leer la Fenomenología del espíritu, de Hegel, como si fuera autoayuda. Los géneros son modos de leer antes que formatos textuales estables. El libro tiene la forma de un diccionario y esto lo predispone, me parece, a usos diversos, diferentes tipos de abordaje, múltiples entradas de lectura y distintos recorridos posibles, que dependen exclusivamente del lector: el Diccionario de separación, en sí mismo, habilita todas las opciones al mismo tiempo.
Matías: Eso es lo interesante: que la estructura, el tipo de disposición con opciones alfabéticas, desmarca al libro de cualquier inscripción fija, estática, e invita a los lectores a participar activamente de la resolución genérica. Respecto a la posibilidad de pensar en la autoayuda, hay un guiño hacia ahí, claro, pero casi en sentido inverso: este sería un libro de anti-ayuda, un libro que se apropia de frases como la de Lacan: “hay que apostar a lo peor”; o en la versión de Leo García: “peor es esperar lo mejor”. Podríamos traer a colación la entrada “Faquir” de este diccionario: ahí volvemos sobre un libro que se llama El camino total. Técnicas no ingenuas de autoayuda para gente en crisis en tiempos de cambio, de Salvador Benesdra, que además escribió El traductor, para nosotros, una de las grandes novelas argentinas de todos los tiempos. Lo irónico es que Benesdra se suicidó. En El camino total, nos advierte que no hay frase más trivial que el eslogan “no se desanime”. Paradoja de la autoayuda: el sujeto en condiciones de llevar a la práctica ese consejo jamás iría en busca del libro que lo contiene.
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Así es este diccionario, un compendio hilarante y esclarecedor de las maneras de encarar una ruptura amorosa, donde Andrés Gallina y Matías Moscardi citan con la misma seriedad analítica a Roland Barthes, a Ricky Martin, Woody Allen, Platón o Martha Sánchez.
No se puede dejar pasar la elocuencia devastadora de la portada del libro: en esta Era Posamorosa, estamos sumidos en un juego macabro, donde todos chocan y nadie gana.