Mauro de Angelis
-Balzac dijo que la novela es la historia privada de las naciones. Podemos agregar que, más allá de los géneros, la literatura contribuye a iluminar aspectos de la vida que suelen quedar silenciados en la versión oficial de la historia. Nuestra memoria está formada -también- por los libros que leímos. Éstos atesoran los temores y las esperanzas que nos atraviesan como individuos y como sociedad. La literatura funciona como una memoria activa, que se abre al futuro. En ella palpitan voces, gritos, dolor y deseos.
Rafael Felipe Oteriño
-La literatura tiene varias capas, como la cebolla, y una resistencia de fondo que le permite convertirse en memoria. A través del relato, de la ficción, la dramaturgia o el verso aborda los temas más sensibles y no dice más de lo mismo, sino lo otro de lo mismo. De este modo, entroniza una voz no condicionada que inquiere, denuncia, conmueve. Lo oculto, lo soslayado y lo omitido son sus materiales de trabajo.
Exponiendo un hecho singular –siempre la literatura habla de un hijo o de un vecino-, juzga a una época, a una sociedad, a un país. Improductiva para el mercado, desconcertante para el lector no iniciado, peligrosa para los dictadores que desconfían de la utilización subrepticia del lenguaje, abre brechas en el saber encristalado y las sostiene con su presencia. En situaciones límite, sus palabras emblemáticas son verdad y justicia, pero nunca desprendidas de otras más tiernas como consuelo, solidaridad, esperanza. Hablo de la literatura como testimonio y como abrigo. Última red de significación, pone de manifiesto una respuesta que permanece revelándose y ganando en profundidad con cada lectura. Memoria, réplica y contra-réplica, es la mala conciencia de su tiempo. La voz de los que no tienen voz.
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