Felipe Celesia

No se puede concebir la construcción de memoria sin la producción de textos. La memoria se puede entender entonces como un gran relato que se escribe colectivamente, entre las tensiones políticas y sociales, pero mirando por sobre el hombro los mojones que lograron consenso.
En estos años, la producción de sentido sobre la dictadura estuvo en la ficción y la revelación en la no ficción. En ambos campos, el recorte de aquello que merecía ser contado no fue siempre el mismo. Al principio necesitamos conocer qué le había pasado a las víctimas, luego quiénes eran los victimarios. Con el tiempo, cuando los datos se fueron revelando, necesitamos entender por qué ocurrió todo aquello y fue allí el cenit de la reproducción de los 70 como hecho político.

En el mundo editorial a menudo se anticipa el agotamiento de la dictadura y su época como tema pero eso no lo decide un cuerpo de expertos sino la sociedad con sus múltiples clivajes. Los argentinos todavía entienden aquellos procesos como parte de su identidad y lo perciben como clave de futuro. No parece que esto vaya a cambiar.

 

María José Sánchez

-Creo profundamente en el compromiso, en la construcción colectiva, en el permanente fortalecimiento de los lazos solidarios, justamente porque la indiferencia y la destrucción de vínculos sociales fueron algunos de los ejes que llevaron adelante, con éxito, los genocidas que pergeñaron la última dictadura.

Desde la literatura, así como desde cualquier disciplina artística, puede jugarse un importante rol en el sostenimiento de la memoria, la verdad, la justicia. Sabemos que no son meros términos cargados de un contenido subjetivo, sino que también son  perspectivas desde donde podemos construir y aportar.

Creo, además, que los escritores y escritoras podemos elegir qué temas abordar, y desde donde hacerlo, más allá de la inspiración y de las habilidades de la pluma. Dar testimonio, sobre todo en los momentos más complejos en nuestra historia, -no sólo la que construyen los pueblos, sino nuestra propia historia, la individual que se suma a la colectiva-, es un deber y una necesidad que cada vez se hace más urgente.

La memoria, como bandera en cada letra, batallando contra el olvido, que es el cómplice más cínico de la comodidad de los indiferentes.

 

Marisa Potes

-La literatura es parte de nuestra cultura, que es parte de nuestra identidad, que está ligada a nuestra memoria colectiva.

La memoria colectiva se presenta brumosa a la hora de definirla, y a la hora de delimitarla, es difícil encontrarle los bordes, pero cuando la mencionamos sabemos de qué estamos hablando.  Aunque no podamos fácilmente hacer una lista de cosas que resuman nuestra identidad, también sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de ella.

No importa el tipo de literatura que escribamos, sea realista o fantástica, poesía o narrativa; no importa si abordamos un tema en forma directa o indirecta, o si lo negamos, eso que escribimos es un producto nuestro, que somos producto de nuestro tiempo, de nuestros aprendizajes, de lo que heredamos. Inclusive de cómo nos proyectamos al futuro. En definitiva, somos producto de nuestra cultura, formamos parte de ella, la mantenemos, la modificamos, la transmitimos, la vivimos.  Formamos parte de la memoria colectiva, y con ella construimos nuestra identidad.

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