A 40 años del golpe de estado de 1976, en Revista Leemos invitamos a un grupo de autores locales para que definan cuál es el rol de la literatura en la construcción de la memoria colectiva. Rafael Oteriño, Felipe Celesia, Marisa Potes, Javier Chiabrando, Sebastián Chilano, Mauro de Angelis, Laura Miranda, Fernando del Río, María José Sánchez, Agustín Marangoni y Gabriela Exilart nos ayudan a construir un enfoque local sobre Literatura y Memoria.

Memoria, Verdad y Justicia son valores que constituyen a las generaciones que sobrevinieron después del golpe de estado que en 1976 dio lugar al capítulo más doloroso de nuestra historia como Nación y, específicamente, como pueblo. Son valores, sí, y son consignas, banderas de una época. Y proyecto de futuro.

Hoy, 24 de marzo de 2016, se cumplen 40 años del golpe de estado que derivó en la última dictadura cívico militar y, partiendo del campo de abordaje trazado para esta revista -que es la literatura-, le pedimos a un grupo de autores locales que nos contaran cuál es su opinión respecto del rol que la literatura tiene en la construcción de una memoria colectiva, es decir la Memoria. Así, en mayúscula. Como valor, consigna y proyecto.

Los contactamos a través de Facebook, por mail, por teléfono, por mensaje privado de twitter y por referidos de referidos. Invitamos a muchos, y un número importante nos respondió apelando, también ellos, a las más diversas vías de comunicación. El objetivo de esa pregunta inicial era proponer una aproximación a la perspectiva local sobre el tópico Literatura y Memoria, entendido como un haz en el que se cruzan ideas y presunciones diversas y que a la vez se construye en la interrelación y el consenso, como toda experiencia social.

Como hablamos de escritores –no distinguimos por género literario que los ocupa, edad, número de libros publicados, ni mucho menos- debimos poner un límite de líneas en la respuesta, porque no podíamos darnos el lujo de hacernos de 10 o 15 composiciones que la urgencia del calendario nos hubiera hecho desaprovechar. La idea era construir un concepto y ese concepto llegó en muy diversas formas.

Testimonio

Apelando a formas que rozan lo poético, anécdotas, impresiones personales, tonos informales o lecturas de otros autores, escritores de las más diversas características se hicieron eco de nuestra propuesta. Desde un experimentado poeta como Rafael Oteriño –miembro de la Academia Argentina de Letras- hasta un joven narrador como Mauro de Angelis -que acaba de publicar su primer libro de cuentos-, en total once escritores que han nacido o viven en nuestra ciudad desde hace un buen tiempo, coincidieron en hablar de la literatura como testimonio de una época.

De un modo explícito, autores como Javier Chiabrando y Laura Miranda reconocen que es imprescindible que la literatura aborde las atrocidades que se cometieron en contra de nuestro pueblo durante los siete años de dictadura, aprecian las voces de quienes tuvieron el valor para hacerlo en esos momentos y subrayan a quienes, aun 40 años después, encuentran una voz original para mantener viva, justamente, la memoria, como explica Sebastián Chilano.

Además, entienden ese testimonio como una forma de resistencia. Silenciar es perder la oportunidad histórica de contar, de hacer común, de poner en palabras aquello que debe ser dicho para que no haya más, parecen decir estos autores marplatenses.

Identidad

Si bien puede ser cierto que, como dice Fernando del Río, la memoria colectiva se construye en base a reivindicaciones sociales que tienen más que ver con acciones que con libros, lo cierto es que los libros no escapan a esas reivindicaciones sociales, aun cuando no hablen de ellas.

De una manera más general, y como explica Marisa Potes, coinciden en comprender la literatura y a sus autores como “un producto de nuestro tiempo”: las y los escritores no escapan a una historia que nos atraviesa, que nos interpela y nos constituye, y que ineludiblemente termina colándose aun cuando la temática que se aborda en el texto no tiene -ni remotamente- relación explícita con el terrorismo de estado, las torturas o las desapariciones forzadas de personas. La memoria es también una memoria genética social.

Como dice de Angelis, los libros “atesoran los temores y las esperanzas que nos atraviesan como individuos y como sociedad”, es decir, aquellas premisas que nos definen y que son elementos intrínsecos a nuestra identidad, que es indefectiblemente colectiva.

Futuro

La definición  por la negativa es una constante en la estructura de pensamiento humano. Si queremos saber  qué es algo, muchas veces empezamos por decir lo que no es. En este sentido, olvido es una palabra que se repite en reiteradas ocasiones entre las respuestas de los autores marplatenses que se sumaron a esta “definición colectiva”.

De las respuestas de nuestros autores también surge que la memoria no solamente tiene que ver con el pasado, con “acordarnos” de ese “algo”, sino que también implica un compromiso con lo que viene, como afirma María José Sánchez. La literatura como sinónimo de testimonio y como antónimo del olvido, que es memoria, también tiene un rol a futuro: mantenernos “alerta”, dice Agustín Marangoni, fortaleciendo el pulso narrativo para recordarnos que hay “ideas nefastas que cambian de forma pero que mantienen intacto el contenido”.

Entonces, la literatura no es solo pasado. Gabriela Exilart nos dice que los libros que nos quedan son recordatorio de aquello que “no podemos olvidar”, y por ello es también propuesta y visión, “para no volver a cometer errores” que pagamos muy caro.

Estas respuestas que, en resumen, versan sobre la necesidad de dar testimonio acerca de aquellas experiencias que nos constituyen y en las que se basa nuestra identidad, con el fin de no caer en el olvido y repetir errores a futuro,  no hacen más que sustentar aquella primera noción que Felipe Celesia enuncia en sus líneas: “La memoria es un gran relato que se escribe colectivamente”.

Hablan ell@s

Las opiniones textuales de los autores que participaron de esta consigna pueden consultarse en:

De Angelis y Oteriño

Celesia, Sánchez y Potes

Exilart, Chilano y del Río

Chiabrando, Marangoni y Miranda