Así me cuido yo no es una novela, pero es una historia de vida. En el libro editado por Planeta en diciembre de 2016, Marina Borensztein cuenta cómo, tras pasar por el duro tratamiento por un cáncer bilateral de mamas, tomó las riendas de su proceso de sanación y lo convirtió en una guía para todos aquellos que quieren sentirse mejor.

La páginas son el resultado de una intensa búsqueda que incluyó entrevistas, asistencias a conferencias internacionales, visitas a profesionales, contacto con otras personas que se recuperaron de enfermedades complicadas gracias a cambios en tres niveles: cuerpo, mente y espíritu.

Después de su experiencia con Enfermé para sanar, su primer libro, en esta “guía para que sanar dependa de vos”, se sumerge en el camino de los cambios profundos en la alimentación, el ejercicio físico, la meditación y el trabajo para mantenerse lo más lejos posible del estrés.

El tema de la alimentación es clave en el proceso y Borensztein se propone poner en práctica la máxima “que tu alimento sea tu medicina”. Además de adentrarse en el modo en el que funciona nuestro cuerpo, sobre todo los sistemas digestivo y metabólico, explica que la clave para que lo que comemos, no solo nos alimente, sino que nos haga sentir bien y nos ayude a no enfermarnos, tiene que ver con mantener un PH cercano a la alcalinidad y, por ende, alejado de la acidez.

Así, por favorecer la acidez –o ser considerados acidificantes-, las harinas refinadas, carnes, grasas,  lácteos y el azúcar quedan totalmente descartados de la alimentación que propone, al igual que toda comida envasada, ultra procesada como aderezos industriales y snacks. ¿¡Qué!? Es la primera reacción de muchas personas al escuchar que todas estas cosas que nos invaden desde las góndolas y desde las publicidades y que parecen parte del “ser argentino”, como el asado, quedan fuera de la ecuación. Pero (siempre hay un pero) esto que en principio puede parecer un gran limitante, en verdad abre la puerta a todo un mundo nuevo de ingredientes, colores, sabores y, sobre todo, nutrientes.

Bocaditos de mijo y espinaca

Por empezar, todos los vegetales, sobre todo, crudos, son fundamentales, tanto en ensaladas, como en smoothies o jugos verdes. De ellos se obtienen gran cantidad de vitaminas y minerales necesarios para un buen funcionamiento orgánico. Luego son importantes las legumbres, como lentejas, garbanzos, arvejas y porotos, los pseudo cereales como quinoa y mijo y también el arroz integral, las semillas (chía, sésamo, lino, zapallo, girasol, entre otras) y los frutos secos, por su aporte de proteínas, grasas saludables y, también vitaminas y minerales. Por otra parte, sugiere el consumo de algas, alimento que no está muy difundido en nuestra región.

Lo único que probé hacer con algas, alguna vez, es sushi y es una buena opción para incorporarlas a la alimentación (hay varios tipos de rolls vegetarianos). También se usan algunos tipos para saborizar caldos y sopas.

En el libro de Borensztein hay un anexo con una interesante variedad de ideas. Van de las básicas para preparar leches y quesos vegetales, pasando por fermentos (probióticos naturales, muy interesantes), sopas, guisos, hamburguesas, panes y dulces.  Se trata de recetas que, invitada por la autora, Silvina Premmurti, explica muy bien.

Calabaza, quinoa y espinaca

Pensando en esta columna, se me vinieron a la memoria algunas otras preparaciones y recetas vegetarianas y saludables. Por un lado, para la incorporación de quinoa, mijo, cebada perlada (tiene gran cantidad de nutrientes), lo importante –excepto que vayan a preparar un risotto con ellos- es tenerles listos, es decir, ya hervidos –igual que el arroz-. A los tres hay que lavarlos muy bien en crudo (dentro de un colador bien fino). En el caso de la quinoa deben realizarse unos 7 enjuagues antes de llevarla a cocción, si no quieren que cualquier cosa en la que la coman tenga un leve gusto a jabón. En todos los casos, es para quitarles resto de tierra que puedan tener.

La cebada perlada, es conveniente dejarla en remojo unas dos horas para que absorba líquido y no se rompan los granos durante la cocción.

Los tres son alimentos muy suaves por lo que esta primera cocción es una oportunidad para darles sabor: estos puede ser preparándolas en caldo de verduras –siempre a fuego muy bajo por entre 15 y 20 minutos, pero mi sugerencia es que vayan controlando- siempre que sea natural y casero, nada de cubitos ni caldos en polvo etc. Si no tienen tiempo de hacer el caldo, es preferible cocinarlas con un diente de ajo machacado y un poco de comino, cúrcuma y pimentón, por ejemplo, o los condimentos que tengan a mano.

Zapallito relleno con cebada

Con cualquiera de estas tres opciones, una de las aplicaciones que más me gusta, es en zapallitos rellenos (también puede ser calabaza).  Yo corto los zapallitos a la mitad, los ahueco y la parte verde la sumerjo en agua hirviendo por dos minutos, retiro y los pongo boca abajo para que se escurran. Para no usar la tradicional salsa blanca, o queso, utilizo el interior de los zapallitos, que proceso con la minipimer en crudo, junto con un diente de ajo y una cebolla. Si quieren darle un poco de cuerpo, a esa crema, le pueden agregar una cucharada de harina de garbanzos. Luego, llevo a fuego mínimo, apenas un minuto, revolviendo y cuando espesa, y agrego cualquiera de los tres ingredientes estrella y el o los vegetales que tenga a mano (zanahoria rallada, morrón cortado en cubitos pequeños, choclo, aceitunas, etc.). Con esa mezcla se rellenan los zapallitos y ya están listos para el horno. A último momento pueden agregarle alguno de los quesos vegetales que propone Borensztein (de semillas de girasol o de papa, etc) o espolvorearlos con sésamo.

Zapallito relleno con quinoa

Otra receta que me encanta hacer con mijo, es bocaditos. Para ello salteo (en agua o con un chorrito de aceite de girasol) las verduras que tenga (otra vez, cebolla, zanahoria, brócoli, coliflor, espinaca, etc). Agrego condimentos a gusto –me encanta la cúrcuma-, el mijo y una o dos cucharadas de harina de garbanzos o fécula de maíz. Luego caliento una placa de horno pintada levemente con aceite o con rocío vegetal y, mojándome bien las manos en agua tibia, tomo porciones de la mezcla, para formar bocaditos redondeados o alargados y un poco chatos y disponerlos en la placa. Llevo a horno fuerte y, cuando están dorados, los doy vuelta. Quedan bien crocantes por fuera y untuosos en el interior.

Estas son solo algunas ideas, hay una variedad enorme de posibilidades, incluyendo el jugo verde de la columna inaugural de esta sección y el ratatouille del que hablamos hace algunas cuantas columnas a propósito de Afrodita. Es cuestión de experimentar.